ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Tengo un recuerdo nítido de aquel discurso del 15 de octubre de 1976, aun cuando no se suelen guardar remembranzas detalladas de una niñez temprana. Pero no fue un día común y, a pesar de mis siete años, pude comprender que la maldad había sobrepasado los límites de un imaginario infantil rural y sencillo.

Vienen a mi memoria, como secuencias de alguna película lamentable: la consternación en las caras de mi familia y el silencio absoluto frente a aquel televisor de fabricación soviética, que mostraba un Fidel visiblemente triste e inolvidablemente enérgico, despidiendo el duelo de víctimas del terrorismo.

¿Por qué? Fue mi pregunta de entonces, pero no me la respondieron, hasta que el Comandante sentenció para la historia que había un pueblo llorando, pero había también un temblor de impotencia en quienes cometieron la terrible injusticia de asesinar a inocentes, sin conseguir otro resultado que la incapacidad de los cubanos para olvidar semejante crimen.

La tele se apagó y mis padres nos explicaron a mi hermano y a mí, con palabras simples, qué cosa era un mercenario, qué era la cia y de dónde venía un odio tan absurdo, además de confesarnos que ese no había sido ni sería el último acto violento contra el país donde creceríamos.

Cuánta razón en aquellas confesiones. Luego la historia demostró que era cierto, y año tras año hemos sido testigos del intento desesperado de rendirnos, con gérmenes, metralla, bombas, secuestros, bloqueo y mentiras. Esos males han llegado de forma persistente desde el Gobierno de la nación más poderosa del mundo. Nunca país alguno tuvo que sufrir tan siniestro plan por más de seis décadas.

Ninguna acción ha sido aislada, todas comparten un eje común: el terror, ese que busca atemorizar y quebrar la voluntad de los cubanos.

¿Cómo olvidar entonces, si las mismas intenciones que llevaron a explotar un avión civil en pleno vuelo siguen presentes en los que bloquean un envío de petróleo, un respirador pulmonar o los insumos para fabricar vacunas? Las manos mercenarias, además de colocar bombas, son diestras para urdir otros planes, con menos pólvora, pero igual de letales. No hay ni habrá terrorismo bueno, como no hay ni habrá mercenarios pacíficos.

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