ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Nadie entrega su casa al vecino ni ningún vecino resuelve, definitivamente, los problemas del otro. Es más, cada familia, aunque solicite el apoyo de amigos e incluso de instituciones, trata de solventar sus contradicciones y problemas en un marco estrecho.

El contexto nacional permite tomar, de este ejemplo alegórico, respuestas, lecciones y a la vez preceptos: si la Cuba socialista, según la lógica imperialista, resulta inoperante, ¿por qué tiene casi 65 años? ¿Por qué la mayoría de los ciudadanos la respalda y sostiene? ¿Por qué tiene estadísticas similares a las de países «buenos y desarrollados»? ¿Por qué su vecino del Norte (de quien el mismísimo José Martí, Héroe Nacional, dijo: «Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas») hace hasta lo imposible para asfixiarla?

Luego de 1989, el poder capitalista, como sistema mundial, estaba convencido del inminente fin de la Revolución Cubana; lo mismo que creyeron con el Maleconazo de 1994 o la Proclama del Comandante en Jefe en 2006; el deshielo con Estados Unidos tras la visita del entonces presidente Barack Obama, o la desaparición física de Fidel.

Como el emperador Julio César,   luego de los sucesos del 11 de julio de 2021 y la compleja situación económica que atraviesa la Patria, algunos asumen, en el sentido más negativo y destructivo, el alea iacta est (la suerte está echada) para la generación que da continuidad a la Revolución, por si fuera poco, con la horrenda idea de entregar el país.

Supongamos que en verdad estamos los cubanos en el «eje del mal» (anunciado desde los tiempos de George W. Bush, con la inclusión de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo) y que la «dictadura» agobia a la nación. Lo cierto es que este que ellos califican como régimen opresor está próximo a cumplir 64 años, y ha permanecido, a pesar de haber sido condenado desde su nacimiento por el Gobierno estadounidense, que presionó a todo un continente para que rompiera relaciones –solo México no cedió al chantaje–, y provocar una intervención militar.

Cuando triunfó la Revolución fuimos obligados a reorientar nuestras relaciones políticas y económicas con las distantes naciones euroasiáticas, que construían el «sistema malo» que, paradójicamente, aspira a la eliminación de la explotación del hombre por el hombre.

Desde entonces, la Revolución tiene legitimidad entre la inmensa mayoría de los cubanos, porque nació de un movimiento compuesto por campesinos, obreros e intelectuales, de los que fueron asesinados alrededor de 20 000 por las fuerzas de un hombre que llegó al poder a través de un golpe de Estado, en 1952: Fulgencio Batista. La Revolución triunfó y fue recibida en pueblos y ciudades del país, entre el 1ro. y el 8 de enero de 1959, porque promulgó leyes de reforma agraria, urbana; nacionalizó las empresas, las industrias, la banca, y universalizó la educación y la salud; porque el propio pueblo expulsó a los mercenarios en Girón y dijo ¡Sí! cuando se proclamó el carácter socialista del proceso.

El que es para los imperialistas un Estado paria –fallido–, sostiene relaciones diplomáticas y consulares con más de 190 países y con múltiples organizaciones regionales e internacionales; en la Asamblea General de Organización de Naciones Unidas, sus reclamos para que se ponga fin al bloqueo impuesto por Estados Unidos son respaldados por la inmensa mayoría (de los representados) y ha prestado colaboración, en salud, educación y deportes, con más de cien naciones.

En Cuba, a pesar de todo, se enfrentó eficazmente la mayor pandemia de los últimos cien años, y su población está vacunada.

En Cuba, podremos no coincidir en todas las cosas y tener problemas que hay que resolver, pero el pueblo cubano ha demostrado a sus enemigos que vivir en Revolución ha sido la garantía de su soberanía.

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