ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

El hombre siempre necesitará del discernimiento, porque de anularse los juicios, difícilmente hallaría un faro que brinde luz cuando las fronteras éticas parezcan difuminarse en el mar de incertidumbres, sobre el cual navega la especie.

De perderse tales juicios y fronteras, no habría caso para la continuidad de la enseñanza a los más nuevos, y seríamos incapaces de aquilatar los legados generacionales.

Es obvia la necesidad de instalar unos cuantos de esos faros en los espacios en los que interactúa el ciudadano cubano actual: la casa, la calle, las instituciones, los centros laborales, las cuadras, las redes sociales..., donde por momentos parecieran nublarse las nociones éticas más cristalinas a favor de lo reprochable en materia de actitud.

Tales modulaciones guardan vínculos con factores externos e internos que inciden sobre el deterioro de filosofías de vida, muy asidas al patrón de lo material, vaciadas de una espiritualidad que muchos creen no poder encontrar en medio de las cotidianas urgencias materiales.

No obstante, nunca será tarde para hallarla, junto a la cultura, la cual no nos hará más solventes, pero sí más reacios a sucumbir a las grisuras de esta época en crisis mundial de valores, en la cual prima la mentira o, más periodísticamente dicho, las noticias falsas.

Por fortuna tenemos a esa parte de la sociedad, aún determinante, de seres comprometidos con preceptos morales claros por justos, lúcidos por humanos, frente a aquellos tragados por vicios, lacras, costumbres y vulgaridades.

Cuando la nación no cesa de debatir sus urgencias, precisamos continuar repensando, entre todos, ya no solo cómo recuperar candores y noblezas; sino también los modos de reafirmar que, en el proyecto de vida de este pueblo, seguirá ardiendo el candil ético, que alumbró el camino de nuestra identidad.

Ese candil es el que, por añadidura, le ha servido a Cuba para no parecerse a casi nadie en este mundo, ser solidaria, y para enfrentar e imponerse, con inagotables recursos morales, al ataque más sucio y colosal de una potencia criminal sobre pueblo alguno en la historia de nuestra especie.

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