Una consigna en Ciego de Ávila se ha hecho viral en bien de la comunidad, al punto de que se ha convertido en frase movilizadora, que reúne en la misma trinchera a vecinos, directores de empresas y organismos de masas: «Abrazar al barrio sin perder un día».
Es una frase renovadora que ha pegado, no porque obliga, más bien porque convence, convoca, y el barrio en mi provincia, como en otros territorios de Cuba, no es un lugar desatendido; sino donde se inserta desde el niño hasta el anciano, como seres sociales, para mitigar los efectos acumulados y el deterioro del entorno urbano, y para hacer más placentera la vida.
El barrio siempre ha estado presente en la historia de las ciudades; es reconocido como la unidad socioeconómica primaria del ámbito urbano, por las relaciones comunitarias y de solidaridad que se establecen y generan comportamientos con sentido de colectividad.
De ahí la importancia de la observación de su dinámica y evolución permanentes, algo que comienza a materializarse, lo mismo al sur que al norte, al este o al oeste del territorio avileño, con intervenciones en más de 60 barrios y comunidades necesitadas.
Porque los hay de mala fama: El Vaquerito, La Grúa, Chincha Coja, Maidique, El Tablón, La Clementina, Aguas Verdes, pero es solo eso: mala fama y denominación que alguien inicuamente le dio, porque cuando se les convoca, responden.
Focos precarios existen en uno y otro lado en el camino de las transformaciones. Uno de los últimos inventarios de la Dirección Provincial de Planificación Física en Ciego de Ávila contabilizó 38 asentamientos, barrios y focos precarios, distribuidos en cinco municipios, en los cuales hay más de 7 000 viviendas (el 26 % ilegales). Sobre esa realidad cabalga cualquier acción concertada y planificada de ordenamiento.
Va siendo el resultado de una obra colectiva, con el liderazgo de los propios avileños, del Partido como la organización de vanguardia política, del Gobierno para saber hacer y hacerlo bien, y de empresas y organismos del territorio que juntaron esfuerzos para hacer latir, porque, se sabe, para liderar a las personas hay que caminar delante de ellas.
Los días son distintos, con una nueva dinámica y frases que mucho tienen que ver con aquella arenga pronunciada por Máximo Gómez en los Potreros de Lázaro López, donde el 30 de noviembre de 1895 se formó el Ejército Invasor que llevó la lucha hacia occidente.
«El día que no haya combate, será un día perdido o mal empleado», dijo entonces el Generalísimo.
Esta divisa debe guiarnos contra todo lo mal hecho, contra lo que se oponga a las buenas ideas de construir un mejor país; el grito a favor de lo que se hace con la participación del pueblo en cada comunidad y a favor de la autonomía del municipio.
Que no se pierda un día, uno solo, sin que abracemos el barrio.


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