¿Por qué si el calendario marca el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer se ha singularizado desde 1992, el 25 de julio, como Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora? ¿Qué significado tiene para Cuba asumir esa agenda? ¿Resulta pertinente hablar, como se ha hecho por estos días, de afrofeminismo y articulación afrofeminista?
Cuando 30 años atrás, en Santo Domingo, más de 400 lideresas y activistas de los movimientos sociales de la región fundaron la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas, escogieron la fecha de su constitución para llevar adelante, concertadamente, acciones contra el racismo y el sexismo, los estereotipos y estigmas que pesan sobre las mujeres de piel oscura, promover su participación igualitaria en la vida social, económica y cultural, y demandar políticas públicas que garantizaran todos sus derechos.
La focalización de la temática en modo alguno es ni debería ser excluyente ni sectaria. Ni en buena lid tendría que reducirse a un día, sino abarcar todos los días, todas las horas, hasta que los ideales de inclusión y justicia social se hagan realidad. Pero si a nivel global el patriarcado todavía sigue siendo norma que ahonda la desigualdad de género y el programa adoptado por la Conferencia Mundial sobre la Mujer, de Beijing, en 1995, integral y abarcador dista de cumplirse, cuando se observa la situación de las Américas saltan a la vista complejidades y desventajas asociadas al color de la piel. Ser negra y mujer, en países a donde arribaron millones de seres humanos como mano de obra esclavizada y la ideología y las prácticas racistas se impusieron, se traduce a lo largo del tiempo en términos de vulnerabilidad, pobreza, carencia de servicios básicos, explotación, subordinación y marginación.
En Cuba, lo sabemos, el triunfo revolucionario de 1959 significó un parteaguas en la historia de la nación. Las transformaciones llevadas a cabo en todos los órdenes, a contracorriente de la hostilidad imperial permanente, multiplicada y recrudecida, han sido posibles en el marco de un proceso que ha puesto en su justo lugar la dignidad humana y en el que somos por primera vez dueños de nuestro destino. Inclusión social, salud y educación para todos, igualdad de oportunidades y garantías laborales se sustentan en la voluntad política del Estado revolucionario y cuentan con amparo legal.
Mas ha llegado la hora, en la ruta hacia el perfeccionamiento del modelo socialista, de trascender las justas políticas públicas generalistas y poner el acento en políticas con enfoques específicos a escala territorial local, sectorial y grupal, que partan de la diversidad que distingue nuestra irreductible unidad nacional.
Como atinadamente ha apuntado en Elogio de la altea la ensayista Zuleica Romay, «en el caso cubano resulta claro que la nefasta herencia de la esclavitud, a la que se sumó más de medio siglo de subordinación, acumuló enormes desventajas económicas, sociales y culturales sobre las personas más oscuras, se olvida a veces el antinómico legado sicológico del colonialismo, en virtud del cual nos acostumbramos a pensarnos como superiores/inferiores, bellos/feos, modernos/incivilizados, configurados como estamos por los moldes del color. Esa visión sesgada, que aún hoy prevalece, y que estorba, subrepticia pero tenazmente, nuestro avanzado proceso de integración nacional, es resultado de nuestro devenir histórico».
Contra prejuicios y atavismos tenemos que luchar todos los cubanos y las cubanas sin exclusión, sumando voces con conocimiento de causa y metas posibles y reales. Contra el racismo, contra el sexismo, contra el patriarcado, por un nuevo rostro de nuestras comunidades, por una nueva subjetividad, por una nueva cultura.
En tal contexto es que resulta no solo pertinente sino necesario impulsar, con agenda propia, la celebración del 25 de julio, Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora., que en esta ocasión, por vez primera, contempla una jornada, iniciada el pasado lunes 18 con homenajes a Mariana Grajales y Nelson Mandela, y dedicada a la memoria de la poeta Georgina Herrera.
Hacia la medianía de la pasada década la conmemoración fue alentada desde el Capítulo Cubano de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas, que lidera la doctora Gisela Arandia, y la Comisión José Antonio Aponte de la Uneac. Los aportes del afrofeminismo cubano llevado a cabo por Daysi Rubiera, Inés María Martiatu, las doctoras Rosa Campoalegre y Yulexis Almeida imbricaron ciencia, conciencia y activismo.
Hoy la jornada revela un salto cualitativo de notable alcance por su visibilidad e intención, por cuanto se articula y potencia con los programas contra el racismo y la discriminación racial y el de Adelanto de la Mujer, que involucra tanto las instancias gubernamentales como las de la sociedad civil.
Podríamos subrayar entonces la anticipación de un feminismo de color cubano, con protagonismo de mujeres y hombres, integrador y múltiple, en el que la conquista de la mayor cantidad de justicia posible se haga visible como un horizonte cercano.


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Rosaida Ocha dijo:
1
25 de julio de 2022
08:42:27
Luisa Martínez O'Farrill dijo:
2
25 de julio de 2022
11:17:53
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