No ha pasado un día de los últimos 63 años en que la voluntad de la inmensa mayoría de los cubanos haya dejado de ser entredicha, cuestionada, criminalizada y algo absolutamente perverso, sometida a la violencia y la subversión.
La cadena de acciones se prolonga en el tiempo: invasiones, sabotajes, agresiones directas, organización de bandas contrarrevolucionarias, atentados terroristas, ataques biológicos, intentos de aislamiento diplomático, bloqueo, cerco económico, persecución financiera.
Como la fruta madura no cayó a los pies de la Casa Blanca, como las mil y una operaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses no cuajaron, como aumenta la frustración de la ultraderecha anticubana enquistada en la Florida y ciertos nichos del Congreso, como la voz de una nación pequeña se hizo respetar en el mundo, como a pesar de los pesares, Cuba fue y va, no les ha quedado otra opción que apelar al minado del tejido social, al fomento del malestar social, a la propalación del mito de la ingobernabilidad política e insostenibilidad del sistema, a hacer creer a los demás que estamos ante un Estado fallido.
A fin de sustentar esa imagen, todo se vale, desde la entronización del odio y la sistemática descalificación mediática –con énfasis en las redes sociales– de los ingentes esfuerzos por sacar el país adelante, hasta el entrenamiento y activación de grupúsculos e individuos cuyo papel consiste en presentarse como víctimas de la represión, cuando en realidad son promotores del caos, el desorden y la incitación de los peores instintos.
No extraña el acompañamiento coral de voces amaestradas por instituciones diseñadas por los círculos de poder estadounidenses, al estilo de la National Endowment for Democracy, la Usaid, People in Need, y otras especies similares. Unos cuantos conocidos observatorios de derechos humanos, de ceguera manifiesta cuando se trata de mirar en sus entornos más cercanos, se lanzan de bruces a la hora de certificar denuncias infundadas.
¿Debemos ser rehenes de la manipulación que pretende glorificar la violación flagrante de la legalidad o actuar de manera consecuente, bajo las normas y principios de nuestro Estado de Derecho para preservar la estabilidad y la convivencia social?
Que nuestras mayores energías tengan que volcarse hacia la reanimación de la economía, la erradicación de vulnerabilidades sociales, la necesaria e imprescindible fluidez y eficacia de los espacios de participación democrática y el crecimiento espiritual de todos y cada uno de los ciudadanos, no significará que cerremos los ojos y abramos las compuertas de la permisibilidad y la impunidad a quienes aspiran a privarnos el derecho a ser lo que queremos ser.


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Josefina dijo:
1
4 de junio de 2022
17:22:01
Jose Antonio dijo:
2
5 de junio de 2022
04:21:38
victor ramos dijo:
3
6 de junio de 2022
19:53:58
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