Elefantes...

Todos los buzones traen noticias de guerra que se vuelven obsoletas al minuto, porque eso de aplastante e incierto tienen las guerras: nada es estático, todo envejece.

Ya de por sí desconfío de la inmediatez a toda costa, porque se parece mucho a la superficie de las cosas, al pedazo de elefante que no nos ofrece la visión completa.

Tremendo: dos millones de personas vieron en línea, durante ¿dos horas?, un video juego, anunciado como una invasión real. De mucho carece el ser humano, pero no de morbo. Y de miradas veladas.

Yo también condeno la guerra, pero todas las guerras, incluida esa que se le hace a Cuba con bombas de otro calibre.

Si el mundo hubiera aplicado con el mismo entusiasmo la retahíla de sanciones que caen sobre Rusia a cada minuto, a los promotores de pasadas y presentes guerras, o sea, a Estados Unidos, los países de la OTAN, y los satélites arrodillados a su mandato, muchas vidas se habrían salvado. Pero es una realidad imposible; los que han provocado todas las guerras son los sancionadores.

Mención aparte al periodismo, también satélite, que sin sonrojo miente a sabiendas, aunque el titular de la mañana diga lo contrario que el de horas después. Nada importa. La verdad va herida; el elefante se despedaza.

Ojalá todavía sea tiempo...