ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Hay un mundo de palabras o sentimientos que vendrían al caso para hablar de Fidel, pero prefiero escoger una que abarca lo que fue, lo que significó y lo que siempre tendremos como premisa cuando de ser consecuentes con su obra se trata, ese vocablo es fidelidad.

Más de una vez en la historia la vida puso a Fidel ante poderosas disyuntivas que implicaban elegir entre acomodar sus planes para beneficio personal o cambiarlos, postergarlos e incluso desecharlos en aras del bien colectivo. Prevaleció en él la máxima de hacer por el país.

Joven, tenaz, inteligente y capaz de emprender proyectos que le habrían reportado seguras ganancias, el líder histórico de la Revolución Cubana prefirió hacer a un lado el nada despreciable patrimonio familiar, para encabezar un movimiento patriótico preñado de innumerables riesgos de todo tipo.

Allí, en aquella temprana etapa de su vida, nacía esa convicción que jamás lo abandonó y que lo llevó a ser fiel a sus ideas hasta las últimas consecuencias. Solo teniendo esta certeza se pueden interpretar  cabalmente acontecimientos que luego protagonizó y que son parte inseparable de nuestra última etapa histórica.

Apresado después de los acontecimientos del Moncada, cuando salvó la vida de milagro, gracias también a otro hombre digno y fiel (teniente Pedro Sarría) no pensó, ni por un segundo, el líder de aquella acción tan osada, en pactos, renuncias o arrepentimientos, al contrario, su alegato recogido en La historia me absolverá es íntegramente un manifiesto de fidelidad a los ideales que defendía.

Recluso en la antigua Isla de Pinos, hoy de la Juventud, seriamente amenazada su integridad física y la de sus compañeros, eslabonó ideas y elaboró planes de lucha con una extraordinaria fe en el futuro, sin contar con la seguridad de que viviría para hacerlos realidad, pero aun así prefirió seguir siendo fiel a él mismo y a los que lo seguían.

Ya en México, lejos de acomodarse sin tantos riesgos a la hospitalidad propia de ese pueblo, solo aprovechó su exilio para desde allí organizar una expedición armada que por sus características rozaba la locura, téngase en cuenta la cantidad de hombres, pertrechos y armas que vinieron luego en el reducido espacio del Granma. Pesaba más la fidelidad a su juramento de ser libres o mártires, que la posibilidad de un naufragio o cualquier otro percance.

Cuando en aquella travesía uno de sus hombres cayó al mar, ni por asomo pensó abandonarlo e insistió en su búsqueda hasta subirlo a bordo. Su compromiso con cada uno de los que lo seguían era tan alto como su compromiso con la Patria.

Después de Alegría de Pío, y prácticamente solo, oculto bajo la paja de caña, sin saber siquiera cuántos habían sobrevivido o si él lo haría, Fidel se mantuvo leal a la certeza de que ganaría una guerra que prácticamente no había comenzado, convicción que reafirmó en Cinco Palmas cuando, al contar los menguados fusiles que lograron retener, expresó su histórica frase: «Cinco, más dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!».

Nada lo detuvo, nada le robó la esperanza y cuando alcanzó el triunfo en enero de 1959, se juró luchar contra el imperialismo, mantenerse siempre fiel a los humildes y a la soberanía que se conquistaba después de un siglo de lucha. Conquistar el poder, conducir un país, ser un líder..., nada le cambió los principios a los que había jurado fidelidad y a los que se mantuvo apegado hasta el último instante de su vida, esa que le quisieron quitar más de 600 veces y que conservó gracias a una coraza moral impenetrable.

Solo así, siendo como él, cuyo ejemplo y forma de actuar inspira a la actual dirección del país, se les puede hablar a los cubanos de un proyecto de país, ajeno a frases vacías o supuesta búsqueda de una libertad que ya está conquistada. No es desde intereses particulares, egocentrismos o ansias de notoriedad que se logra conquistar el corazón de Cuba. Hay que predicar con el ejemplo y hacerlo bien, «poniendo el pellejo para demostrar las verdades», como decía el Che.

Qué habría sido de la Revolución y de los derroteros de esta tierra si Fidel, agobiado por las dificultades o calculando lo mejor para sí, hubiese traicionado su responsabilidad histórica y dejado de ser fiel como revolucionario, como martiano y como comunista. Nunca contempló como válidas ninguna de estas opciones, tampoco las contemplamos hoy los que defendemos el socialismo por el cual entregó toda su vida, sería imperdonable no serle fieles.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

gerardo moyá noguera dijo:

1

4 de diciembre de 2021

01:48:11


NUNCA MEJOR DICHO. FIDELIDAD Y FIDEL...siempre dando EJEMPLO.