¡Oh! El pueblo norteamericano, cuánta cultura allí, cuánto talento. Deslumbra su capacidad de adentrarse en los caminos de la ciencia, el arte y otras tantas manifestaciones humanas. Es incuestionable la sapiencia que desemboca en posiciones cimeras del conocimiento; pero, ¿sabe ese pueblo, con toda certeza, lo que se le hace a Cuba? ¿Aprueba que la grandeza de su nación se convierta en pisada indigna sobre una pequeña Isla?
¿Levanta su mano en señal de aprobación el médico encumbrado o el científico descollante, cuando su Gobierno prohíbe medicinas y alimentos para un país vecino? ¿Asiente el profesor universitario ante la negativa de poder viajar a Cuba? ¿Concibe el religioso consagrado a su fe, que a 90 millas de allí se le niegue al prójimo una y otra cosa, a través del bloqueo más largo de la historia?
¿Sabe el comerciante honesto y el emprendedor exitoso que los mismos que abogan por el libre comercio y el mercado, como supuesto mecanismo infalible para la libertad y el progreso humano, persiguen, penalizan y prohíben todas las transacciones financieras y comerciales cubanas?
Responder afirmativamente a estas interrogantes significaría trasladar la perfidia y los fríos cálculos políticos de unos pocos a la sociedad estadounidense en su conjunto. Fue justamente un norteamericano ilustre, Abraham Lincoln, quien aseveró: «Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo y a parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo». Más temprano que tarde la verdad se abrirá paso y serán más los ciudadanos de allá los que se sumen al rechazo que de forma universal se expresa contra el cerco económico a Cuba. Nada justifica esta política y considerar que ambos pueblos deben ser enemigos jurados, como premio a las ambiciones y la revancha, es insostenible. Dígase toda la verdad sobre Cuba y ya será imposible sostener el absurdo de que somos una amenaza para la gran potencia. Hay enemigos más temibles habitando dentro de aquellas fronteras que sí pueden dinamitar los pilares de esa nación. No es de este archipiélago que les llegará el declive o la inestabilidad, no es de acá que nacerá el cansancio ante el racismo, la violencia policial, las grandes desigualdades sociales y los odios.
Siempre será más provechoso para todos, la concertación en lugar del conflicto. Cuba siempre estará dispuesta al diálogo, con igualdad y respeto, y el pueblo norteamericano lo debe saber.
COMENTAR
Responder comentario