La primera de las guerras que conocí de niño, más allá de las conflagraciones que salían en la prensa, fue la lucha enconada que mi abuela protagonizó contra las bibijaguas. Para ese combate épico contó con un ejército de apenas dos soldados: mi hermano y yo. Los bichos le habían invadido el jardín, y en una sola noche, le talaron, cargaron y almacenaron hasta la última hojita de sus rosas.
Con el tiempo conocí a Remigia, alias la Bibijagua plus. La habían apodado así, a principios de los años 90 del pasado siglo, por su afán de acaparar indiscriminadamente cuanto producto le pasaba por delante, con la evidente intención de revenderlos, y así le sacaba provecho a las carencias sufridas durante el periodo especial. La doña era de las primeras en cualquier cola, y tenía el más perfecto sistema de información y detección precoz de rebajas o fechas de vencimiento de productos de primera necesidad.
Esta variante de los animalitos de marras, mucho más peligrosa que aquellos de mi infancia, pretenden hoy cebar sus bolsillos en medio de la tensa situación que atravesamos, donde pandemia y bloqueo recrudecido han demandado un esfuerzo colosal del Gobierno y del pueblo.
La conducta de Remigia suele multiplicarse temiblemente cuando el zapato aprieta y más falta hace repartirnos mejor las cosas entre todos.
Habría que ver cómo reaccionarían esas mismas personas si al llegar a la farmacia, con su hijo afiebrado, la dependienta les dijera con toda tranquilidad: no tenemos dipirona, se acabaron, uno antes de usted se las llevó todas.
No podemos rendirnos, ni quedar en silencio, pues no debemos dejar que el «bibijagüero» nos deje sin jardines.


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Nelson Guzman Baena dijo:
1
26 de enero de 2021
07:52:26
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