Parado, frente a la impactante foto de una interminable sucesión de cubanos consternados y viriles, que hacen fila para rendir tributo a 73 personas abatidas por el terrorismo, en octubre de 1976, mientras viajaban en un avión civil derribado por una carga explosiva, colocada por asesinos, quienes luego vivieron y murieron tranquilamente en Estados Unidos, le pregunto al gobierno norteamericano: ¿ustedes saben lo que es el terrorismo contra Cuba?
Recordando la cara asustada de mi madre, en el verano de 1981, cuando sufría el temor de que sus hijos se sumaran a la lista de niños fallecidos por el dengue hemorrágico, la más mortal de las epidemias hasta entonces vividas en los años de Revolución, sin que se supiera tampoco de dónde venía (luego se supo bien) la enfermedad, ni cómo detenerla, le pregunto al gobierno norteamericano: ¿ustedes saben lo que es el terrorismo contra Cuba?
Estremecido, por la remembranza dolorosa de aquella portada del diario Granma en enero de 1992, donde los cuerpos acribillados a balazos de cuatro combatientes del Ministerio del Interior en la capitalina base náutica de Tarará, reflejaban la saña de un grupo de terroristas genocidas, quienes iban tras «el sueño americano» con la esperanza de acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, le pregunto al gobierno norteamericano: ¿ustedes saben lo que es el terrorismo contra Cuba?
Impresionado, con las inolvidables palabras de Giustino Di Celmo, cuya enlutada voz dejó salir desde lo hondo aquella frase: «Ningún dolor puede ser más grande que la muerte de un hijo y más aún cuando es causada por un hecho violento y cruel...», enfrentando la terrible realidad de aquella bomba en el Hotel Copacabana, detonada por terroristas financiados desde el Norte, que le habían arrebatado la risa de su entrañable «Fabiucho», le pregunto al gobierno norteamericano: ¿ustedes saben lo que es el terrorismo contra Cuba?
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