ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

No me ha sorprendido que varios de los contrarrevolucionarios o mercenarios, de origen cubano, aplaudieran desde Miami la última medida de la administración Trump, de poner a la Isla de la libertad y la dignidad, en la lista de países que patrocinan el terrorismo.

En el selecto grupo de los primeros en «apoyar» la disposición anunciada por Mike Pompeo, una señora conocida por su apego al dinero fácil, Rosa María Payá, simpatizó con tan absurda e injusta decisión y dijo que continuarán las comunicaciones con los congresistas y con el presidente electo Biden, «que posee ahora un mecanismo de presión más» para apoyar las exigencias de supuestos cambios democráticos en Cuba.

Se trata de las mismas personas que, además de votar a favor de Trump en las elecciones del 3 de noviembre, levantaron carteles y gritaron consignas a favor del magnate-presidente.

Los mismos que no pueden ocultar su odio a Cuba y viven del dinero que les brinda Washington, y no les importa que para recibir el cheque mensual, deban exponer su poca catadura moral, llamando a más bloqueo, e, incluso, a que Estados Unidos intervenga militarmente en el asunto.

Estos, estén en Miami, en Europa o en la propia Isla, son mercenarios y como tales, carecen de alma, como para al menos identificarse con el significado de pueblo, patria, dignidad y otros valores esenciales.

Votaron por Trump a cambio de migajas. Pero Trump perdió y ahora quieren presionar al demócrata Biden para que no revierta la oportunista medida anunciada ahora, pero conocida desde hace bastante tiempo.

Son miserables personajes que no ven más allá de sus ambiciones.

No creo que alguno de ellos pueda hablar de terrorismo, cuando el país que los vio nacer ha sido víctima durante más de seis décadas de acciones terroristas organizadas desde la nación vecina, que los acoge para que mantengan «viva» la lucrativa industria de la contrarrevolución.

Saben que en la Cuba de 1959 a nuestros días, la palabra que se usa es solidaridad. No hay otra condición que describa la grandeza de brindar vida y salud a los más humildes del planeta.

¿Cómo presentar al mundo como mercenarios a nuestros médicos, enfermeras, maestros y demás profesionales, que por cientos de miles han llevado

–no la guerra ni otro tipo de agresiones– sino la salud, el aprendizaje, a más de 160 naciones?

Mientras nuestros compatriotas han salvado millones de vidas, han devuelto la vista a otros millones y han enseñado a leer y a escribir, a cantidades similares, los mercenarios que apoyan las disposiciones de gobiernos a los que sirven por el pago de algunos dólares, se hacen cómplices del terrorismo, que practican esos gobernantes.

Que nos pongan en la lista que quieran, por oscura y malvada que sea, no van a cambiar la dignidad de un pueblo que se sabe dueño de sus decisiones libres y soberanas.

Que pregunten a nuestros niños sobre el significado de la palabra terrorismo y también por la palabra solidaridad. Ellos sabrán responder porque, de seguro, en cada familia cubana hay alguien con un pariente afectado por las agresiones terroristas del vecino del Norte, y hay muchos, pero muchos, que han tenido o tienen a un padre o madre, hermana o hermano, tío o abuelo, ofreciendo amor en un mundo que conoce bien que el egoísmo es la bandera que enarbola el sistema que compra mercenarios y aúpa a terroristas.

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