ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Estaban nuevas, lucían grandes listas azules y elegantes cierres de metal dorado. Las compraron de prisa en una lujosa tienda de la Calle 8 y pusieron en ellas lo indispensable para un par de semanas. sobraba espacio para más, pero no les pareció que debían regresar con mayores previsiones; si al fin y al cabo, pensaron ellos, tendrían de nuevo a su disposición todo cuanto necesitaban para recuperar la buena vida por ahora perdida.

Las acomodaron junto a la puerta de salida, dispuestas para irse en cualquier momento y esperaron... esperaron... esperaron, hasta que se acabó el primer año, y entre bombas que estallaban, cañaverales que se quemaban, sabotajes que fracasaban y milicianos que aprendían a marchar, se les fue el tiempo sin que las maletas fueran a ninguna parte.

No se querían resignar a la idea de llevarlas al closet y deshacer el equipaje. Así entonces decidieron que el viaje sería más adelante, cuando mataran a los maestros, volaran los barcos o sus brigadas de asalto desfilaran victoriosas desde las arenas de Playa Girón hasta las avenidas de Miramar.

Pero las cosas no salieron nada bien, y las maletas comenzaron a dar muestras de oxidación en los cerrojos y a exhibir desgaste en sus colores. Algunos, aunque nunca lo decían, comenzaron a dudar del viaje y acomodaron los matules en una esquina de la habitación, hasta que llegaran tiempos mejores.

Una noche, después de un festejo eufórico por la caída del muro de Berlín, prácticamente no durmieron retocando los bultos y lustrando la piel gastada con sus listas azules y estrellitas borrosas. Ahora parecían convencidos de que, en muy poco tiempo, estarían abriendo las maletas en las amplias habitaciones del Habana Hilton, o en las recuperadas mansiones del Vedado.

Y el tiempo otra vez pasó como una burla incómoda y sin comprender qué diablos pasaba. Se desesperaban en la impotencia y miraban irritados las maletas ancladas en la espera. Muchos de los primeros y fracasados viajeros terminaron su vida con la frustración de ver los equipajes envejecidos, que una y otra vez iban a los estantes entre maldiciones y promesas incumplidas.

Seis décadas después, los destartalados alijos son bajados de sus armarios cada diciembre. No terminan de comprender que en Cuba hay maletas que nunca podrán entrar.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.