Por la ventana se puede ver el resplandor de un sol calcinante, que por estas tierras del oriente no ofrece treguas al invierno. Un poco lejos, tal vez unos kilómetros, los techos de pequeñas casas campesinas se diseminan como migajas sobre mantel. Son los hogares de esos niños, con las carencias de estos tiempos...
Algo más allá, las espaldas empapadas de los guajiros se doblan en una faena dura, mucho más dura por la falta de útiles de labranza, de fertilizantes, de agua. Nadie habría querido que su labor fuese tan dura, al menos en la Isla nadie quiere que así sea, pero fuera de la Isla otros sí aplauden sus carencias. Pero no necesitan esos padres compartir el rudo sudor que los cubre con sus pequeños, no lo desean, ellos están bien allá, en su pequeña aula, como debe ser, como es en Cuba, cerca de los sueños.
Cuando regresan de la escuela, cruzan por un viejo y abandonado cementerio, donde algunas cruces de madera ennegrecida indican lejanos dolores. Los niños son curiosos, entran y miran, saben leer como todos por acá y descubren nombres y fechas: (Arturito EPD 1950–1955) (Tinin EPD 1945–1952) (Eustaquio EPD 1951–1958)...
Les causa asombro y hacen preguntas, quieren saber qué significa y el porqué de tan cortas vidas. Sus padres les cuentan: aquellos eran de otra Cuba, se los llevó la poliomielitis, el tifus, la tuberculosis, se los llevó el capitalismo, pero ustedes no lo conocen.
Y al otro día salen otra vez para el aula, después de un vaso de leche que, a pesar de las lejanías y el clima, les llega cada mañana. Pasan de prisa, riendo, desenfadados, y se ponen serios cuando miran las tumbas bajo el sol de Oriente.
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VAE dijo:
1
11 de enero de 2021
15:44:17
Gloria Alicia León Martínex dijo:
2
18 de enero de 2021
15:50:58
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