ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Es muy probable que no vuelva a ver nunca más la cara del doctor Jorgito, es decir, Jorge. Pero así, con ese diminutivo que no marca precisamente pequeñez alguna, es como me han dicho que lo localice en las consultas traseras del policlínico, donde se ubica la que se reserva, en tiempos de coronavirus y temores, a todo el que llega hasta allí con altas temperaturas.

Mi hijo, un joven fuerte y dinámico, está febril y hemos llegado hasta el médico. Con solo una persona delante, con síntomas similares, nos ha tocado pasar.

No es difícil advertir, incluso con el rostro cubierto, la afabilidad del doctor. A veces el gesto facial desmiente cierta palabra que procura en vano ser amable. No es el caso. Al contrario, un tono desprendido acompaña las tantas preguntas que suelen hacer los médicos para descartar dolencias e ir acercándose a lo cierto.

Entre ellas, se insertan algunas que resultan familiares, de ambas partes, y hasta parece que se conocen de siempre. Medio asustado por el malestar, que no suele asaltar a los jóvenes, le dice al doctor: –¡Verdad que cuando estamos enfermos queremos que mami nos acompañe, aunque seamos grandes!, a lo que responde el médico: –Decía Eusebio Leal que uno es joven mientras tiene a la madre; así que cuídala, para que cuando no la tengas, como yo, no sientas que no lo hiciste.

Jorgito escribe recetas y recetas, un método, y me hace varias advertencias, entre ellas, que estará hasta las ocho de la mañana del siguiente día, ahí, en esa consulta singular, cálida como pocas en el mundo, debido a la natural generosidad de sus médicos, porque Jorgito no es la excepción.

–Obsérvalo, y cualquier cosa me lo traes, me dice, con una fuerza rotunda en la voz que la hace sincera. Y yo me llevo a mi hijo, tan feliz, a pesar de su fiebre, confiada de no estar sola, de sentirme segura y saber, una vez más, que nadie corre a su suerte, y que, aunque el estado común de las personas no es vivir en la enfermedad, cuando sucede, es muy normal para nosotros no solo recibir atención y buen trato, sino hasta salir de una consulta con el pecho estrujado por la alta ternura de los médicos que nos asisten.

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Emiliano dijo:

1

9 de noviembre de 2020

19:15:51


Que bonito escribe ud,solo me hubiera gustado que se dijera el policlínico en que trabaja Jorgito para que el halago le llegara de muchos lugares.

Madeleine Respondió:


10 de noviembre de 2020

16:55:46

Estimado lector: El policlinico es el de Luyanó, 10 de Octubre.

Eduardo Pérez Fábregas dijo:

2

8 de diciembre de 2020

13:32:33


Madeleine, lo que has narrado se parece a todos los médicos que trabajan con amor, alagado debe estar Jorgito y los que no son Jorgito, que lean este escrito que demuestra el por qué debemos brindar el aplauso merecido a todos los galenos que aman au carrera, gracias y que siga usted escribiendo tan sentidamente

Javier R dijo:

3

15 de diciembre de 2020

14:43:23


Un espejo en el que se deben mirar todos los que no trabajan bien. Los que sí, también, como halago.

anajulia dijo:

4

17 de diciembre de 2020

16:53:49


excelente comentario y reconocimiento a nuestros galenos .ayer tuve una experiencia similar con el trato en el dentista del reparto camilo cienfuegos habana del este ,el se llama Elio, calmó mi dolor de muela despues de una noche de desvelo,gracias Elio ,gracias Cuba.