ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

De un lado a otro anda el folleto, obsequio de una amiga que tuvo a bien imprimir y convertir en tal unos cuantos ensayos de ese latinoamericano cabal que es José Carlos Mariátegui. De un lado a otro, sí, porque a fuerza de releerlo no consigue –como sucede con un libro o algún recorte de interés– la suerte de ser guardado, cuando ya sus páginas han sido repasadas.

Definidas con denuedo subyacen en él las ideas del ilustre pensador, fundador del Partido Comunista Peruano, referidas a realidades que advirtió en sus días y con asombrosa precisión podrían ajustarse a situaciones contemporáneas. Pero hay una que se me antoja, a veces hasta más de una vez al día, tal vez por estar al tanto de la mala fe con que la política del país más poderoso del mundo avasalla al mío, islita insurrecta y fraterna, que a nadie hace mal, que a quien la precisa socorre y que paga a un precio insospechado las consecuencias de no poner jamás en venta la historia que la edifica.

Por estos días en que el mundo sufre más que de costumbre a causa de un mal que siega vidas y enluta hogares, y se supone que lo que podría esperarse de todos los pueblos del mundo es el respaldo a manos llenas, la pezuña fascista insiste en desgarrar.  Algunos gobiernos piensan soluciones solo para los suyos, desestimando la conexión inevitable de todos los países y considerándose el ombligo de la salvación. Otros convierten en ley la cooperación y la dádiva. Y está ese, el del gobierno que no nos quiere ni quiere tampoco a sus hijos, que no le alcanza para gozar sus tirrias con habernos tirado en los últimos tiempos con todas sus municiones, arreciando como nunca antes leyes y sanciones, para estrangular de un tajo nuestra existencia.

Basta con abrir los ojos para que las noticias nos alerten de las bajezas que a cada instante se ciernen sobre Cuba, la misma Cuba de siempre; la que piensa y respalda a sus hijos; la que sabe que solo el socialismo es el camino, porque solo en él perece el desamparo; la misma Cuba donde de tan común, uno llega a creer que servir y darse al otro es información genética que nos conforma.

Frente al trance permanente del vivir y en días en que el mundo está de cabeza, Cuba brinda sus mejores armas. El propósito de estimular los programas sociales en extraordinarias circunstancias económicas, y frente a una agresividad desmedida por parte de nuestros vecinos norteños, va de la mano de permanentes proezas para garantizar el control de una pandemia que entra ya en su décimo mes y el pueblo cubano no lo desconoce. 

En medio de tantísimas peripecias para que los días tengan en lo posible un poco de sosiego, Cuba sabe que sus destinos, conducidos por un Presidente que está en la primera fila del campo de batalla, están a salvo, y no es gratuita la certeza. Homérica ha sido la actitud de nuestros cuadros del Partido y del Gobierno, de las far y del Minint, y de muchos de los trabajadores de distintos frentes, donde destacan los trabajadores de la Salud, para poner a raya un embate de tamaña ferocidad.

Cuesta creer entonces que en tal contexto se acrecienten los odios –que, dicho sea de paso, no se ensanchan por amor al arte, sino que engordan, cebados por un reembolso bochornoso– y alentados desde allí, por los mismos de siempre, que sueñan con un cambio político en Cuba, para lo cual ya no saben qué nuevo salvajismo podrían poner en práctica.

Muchos rostros tiene la vileza. En escenarios mediáticos se agrede a nuestros artistas e intelectuales, se manipulan decisiones oficiales, se lincha a quienes defienden la Revolución, se ataca burdamente a sus dirigentes, se fabrican memes malintencionados, fake news y hasta supuestos líderes, se distorsionan escenarios, y se agarran de un clavo en la pared con tal de crear confusiones en la población y sembrar el desánimo y la desesperanza.

De sobra son conocidas las indignaciones que embargan al hombre de bien al percibir estos atropellos. Sabemos que allá adentro, donde nos duele, habla alto una voz cuando se procura desvirtuar al más justo de los proyectos sociales, porque a diferencia del que les paga, el nuestro tiene humanismo y corazón.

No hay modo de engañar a un pueblo fraguado por Fidel y guiado hoy por dirigentes a los que les sobra la entereza. Comprobemos si se agita el pecho, si el ánimo se exalta, si el desprecio por quienes nos quieren rendir se nos presenta en forma de emociones y llamémosle sin temor sentimientos, a esas respuestas que nos asisten cuando sobran las verdades.

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Amistad dijo:

1

10 de octubre de 2020

11:20:15


Me uno a tí en estas reflexiones. Gracias por exteriorizar y hacer públicos los mismos sentimientos que embargan a millones de cubanos que sentimos, respiramos y construimos revolución todos los días en medio de tantas dificultades. Trabajos como este nos obligan a reflexionar y nos nutren de motivaciones y energías para defenderla y seguir adelante. Muchas gracias y éxitos.