Todos los días a las 9 a.m. veo o escucho el parte del doctor Durán, y cuando son altas las cifras leo al detalle la página del Ministerio de Salud. Los comentarios cada vez suelen ser tan diversos como personas los hacen...; está claro que no están los criterios de los indisciplinados y los irresponsables. Sencillamente, no son informaciones de su interés, ni en la vida digital ni en la real, que es donde acecha este virus.
Cada vez aparece alguien preguntando por qué Cuba se preocupa por cifras que parecen mínimas, si las comparamos con los cientos o miles que a diario reportan un gran número de países. La respuesta nos parece obvia: cada vida es única e irrepetible. Y cada confirmado lleva en sí mismo el arrastre de un número de contactos y contactos de contactos, y así, en cadena que parece inacabable. Y ello a su vez implica gastos enormes en tratamientos, atenciones, transportación, alimentos (sin pagar un centavo en ninguna moneda) y gastos mayores en esfuerzo, dedicación y entrega del personal de la Salud y el resto de los que forman esta cadena que sí es de amor al prójimo.
El Gobierno (en el más amplio sentido) tiene esa responsabilidad de velar, actuar, dictar medidas, prever, distribuir... pero ¿y la responsabilidad personal? ¿Cómo es posible un niño o un anciano con más de 20, 30, 40 contactos? ¿Depende de los otros que no haya sido protegido? Todos sabemos que hay trámites y urgencias de la vida cotidiana y material que son imprescindibles... Y ese niño o anciano, esa adolescente... ¿estaba en alguno de ellos? ¿O reían despreocupados en una playa, o fiesta, o parque, confiados en los responsables de su protección directa?
No es posible creer que el pesquisaje resolverá que nadie pueda contagiarte: el porciento mayor que se registra hoy en el occidente de Cuba es asintomático. Contagiado puede estar cualquiera. Se entiende, cualquiera que irresponsablemente no aplique todo lo que se ha repetido hasta el cansancio que se debe hacer en la calle, en sitios donde hay muchas personas, en un transporte o al llegar a casa.
Miles de cubanos han ejercido esta disciplina; dejaron por meses de ver y abrazar a sus personas más queridas; salieron de sus casas a lo imprescindible. Yo también lo hice; de cierto modo lo hago todavía, porque sé que enfermarme implica poner en riesgo la vida de las personas a las que amo.
A ese que no le importa, ¿qué le decimos?, ¿cómo se le convence de que se batalla por cuidar su vida y la de los suyos? Esta respuesta es colectiva: nadie tiene la receta única. Pero sí sabemos que son los que hoy tienen secuestrado el esfuerzo tremendo de un país, de una vida con mayor normalidad, de recursos que necesitamos para esa normalidad, de un curso escolar que a todos los niveles se ve comprometido, en fin, de las fuerzas que necesitamos para otras batallas por la vida.
Querer lograrlo no parece poesía, pero también lo es. La de vivir...


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Gudberto Garcia Peña dijo:
1
24 de agosto de 2020
18:15:13
Gudberto Garcia Peña dijo:
2
24 de agosto de 2020
18:16:58
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