El regalo -como ella le llama- lo recibió con varios días de adelanto, así se precisaba para tomar todas las medidas en caso de que llegase dañado. Después de cinco meses de espera, la homenajeada escuchó un silbido familiar; Caramelo, el perro, salió desaforado hacia el balcón.
El recibimiento estuvo bien lejos de como lo habíamos soñado todo este tiempo. «No me toques todavía», le dije con hosquedad a mi hermana, quien, con lágrimas en los ojos, comenzó a repensarse los deseos de tenerme nuevamente en casa, inconforme con el poco efusivo saludo.
El agua caliente y el jabón esperaban por mí. Me sentí un nasobuco usado, esos que no se pueden tocar. Todos exigieron que al bañarme me enjabonara más de lo habitual; estaba oficialmente autorizada a demorarme cuanto fuese necesario.
Para mi familia, es poca toda medida que se tome para evitar el contagio con la pandemia. «Toque de queda autoimpuesto» se decretó en esta casa. Mantener a salvo la vida es lo principal, pero otro motivo nos mueve a no coger ni catarro: Tata cumplió, este 8 de agosto, 15 años.
A mi llegada a la capital vueltabajera, Pinar del Río ya estaba en Fase 3 pos-covid, por lo cual pudimos –con previa desinfección del estudio– hacerle las acostumbradas fotos para las que se saca turno hasta con seis meses de antelación y que, nosotros, pospusimos en cuatro o cinco ocasiones.
El mantel que mima guarda celosamente vistió la mesa del comedor, junto a globos, cake, ensalada fría…, los ajetreos típicos de estas situaciones no han faltado, sin embargo, la fiesta, como manda la tradición, se pospuso, y un almuerzo en casa fue la celebración.
El mejor regalo ha sido, sin duda, que la familia toda esté sana y, finalmente, reunida.


COMENTAR
Luis Alberto dijo:
1
18 de agosto de 2020
14:24:36
Responder comentario