En una de las paredes del cuarto, sobre la mesa de trabajo en la que pasa horas, cuelga, como trofeo de batalla, un cuadro pequeño y rústico donde se ha dibujado la frase: «El mejor lugar del mundo es aquel donde tú estés».
Ese estandarte de amor fue un regalo que recibió hace algunos años, y su ubicación estratégica posibilita que pueda apreciarse desde cualquier ángulo de la habitación, sobre todo en las mañanas, cuando algún rayito de sol consigue colarse entre las rendijas de la ventana y va directamente hacia su reluciente fondo blanco.
Desde hace algunos meses, mientras las horas se le escapan sentado frente a su habitual mesa, o al despertar, y se queda meditando en la cama con un pie sobre el otro y el pulgar derecho sobre los labios, piensa que está muy lejos de ese otro lugar que protegería con todas sus fuerzas para aquella que le obsequió el cuadro.
En el camino –como todos los padres– ha creado su propia técnica paternal, y es la tarea que mejor desempeña.
Por eso, aunque no sepa nadar, ni sea espadachín, ni domine las artes marciales, y sus habilidades de defensa personal giren, sobre todo, en torno al dominio del verbo y de los conocimientos adquiridos tras medio siglo, yo solo me siento segura al lado de mi mosquetero, mi mejor guardaespaldas y salvavidas, en cualquier lugar donde nos encontremos.


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Maria dijo:
1
20 de junio de 2020
13:13:06
D@y dijo:
2
23 de junio de 2020
16:06:25
isauro e armas de armas dijo:
3
7 de julio de 2020
14:01:41
antonia dijo:
4
24 de julio de 2020
09:21:17
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