ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Nueve de la noche: aplausos que veneran la vida. Nueve de la mañana: informaciones, explicaciones, respuestas a tantas preguntas sobre esta pandemia. Ciencia y comunicación se hacen un todo y fluyen las convicciones de hacer de nosotros un vigilante activo de nuestra salud.

A la hora del cañonazo, los aplausos son masivos. Los oyen los cercanos médicos, enfermeras y demás personal de Salud aquí en la Isla y, también, a través del éter, los que están en tierras lejanas, a miles de kilómetros o en parajes inhóspitos donde muchos habitantes conocieron por primera vez a un médico o una enfermera. Precisamente, son cubanos.

Las almas que claman por ser salvadas forman parte de esos seres humanos, casi siempre con pocos o ningún recurso, que llegaron al mundo sin pedirlo, pero están aquí y debemos preocuparnos y ocuparnos todos.

A las nueve de la mañana otro aplauso –o mejor dicho, aplausos–, se identifica con un hombre, un médico, un

especialista, un comunicador, un convencido que convence.

Sus padres le pusieron por nombre Francisco, cuando vino al mundo, allá en su natal Santiago de Cuba.

Ahora le conocemos como el doctor Durán, el que esperamos frente al televisor para alegrar nuestro corazón cuando sabemos que la epidemia va cediendo ante el empuje de un país, un Gobierno, un Presidente, y un equipo de personas consagradas al bien.

Se graduó como médico en el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón, en 1975, en La Habana. Hizo servicio social en Camagüey y luego regresó a su Santiago natal, donde llegó a ser rector de la Universidad de Ciencias Médicas.

En La Habana ha ocupado varias responsabilidades como la de viceministro del área de Docencia e Investigación del Minsap, jefe de la brigada médica cubana en Angola, y vicedirector primero del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (ipk). Yo diría que es un epidemiólogo de referencia nacional e internacional.

A Durán, a quien aplaudo cada mañana a las nueve, y a todos los que como él hacen historia dentro de un gran ejército de batas blancas que salvan vidas y cuidan de nosotros, los identifica una palabra muy hermosa, muy nuestra: solidaridad. A ella también dedico estas líneas para nada relacionadas con el doble nueve del dominó.

No se trata de un juego, ni de una mesa y cuatro sillas, del bullicio a la hora de revolver las fichas o a dar «agua», como gritan algunos cuando culpan a sus contrarios de haber cogido, entre otros, el doble nueve. No conozco si el doctor Durán, sus tres hijas y hasta sus nietos estén esperando –con la mesa y el dominó preparados– para «echar una partida» una vez que hayamos vencido a la

covid-19. Pero estoy seguro de que ellos, nosotros y todos, aplaudiremos cada día a quienes están haciendo posible nuestras vidas.

Que conste, incluyo, en esa gran «partida» de los aplausos, a todo cubano, de los millones que en esta nación estamos acostumbrados a luchar y, más que todo, a vencer. Entonces vendrá el interminable aplauso y el profundo abrazo. Habremos ganado la batalla.

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