Quizá, la primera impresión al leer el título de este comentario, remita a los lectores a quien ha pasado a la historia bajo el apelativo de «El Mayor», a ese irrepetible mambí que se entregó de manera excepcional a la causa de la Patria, y cayó en combate hace ya 147 años. Sin embargo, el «mayor» al que voy a referirme, es un hombre de estos tiempos, aunque por su calidad humana, no dudo que sea digno heredero de aquel que empuñó el machete en la Guerra de los Diez Años.
Lo conocí la primera vez que llegué a la cola de mi bodega, después de la decisión de que los combatientes del Ministerio del Interior (Minint) apoyaran la organización de esos espacios públicos que compartimos, con el fin de adquirir la logística hogareña. De inmediato percibí que él tenía clara su misión allí, y estaba dispuesto a cumplirla, a la altura de lo que las circunstancias exigen.
Desde ese día hasta hoy, han pasado ya casi dos meses, y aunque no sé su nombre, decidí dedicarle estas palabras, en las que, definitivamente, se verán reflejados muchos hombres y mujeres que, como él, han puesto pie en tierra, como decimos en buen cubano, para cuidarnos a todos.
Lo cierto es que, para la población de mi reparto, ya «el mayor», es una persona totalmente familiar. Desde bien temprano recorre constantemente los establecimientos que componen el complejo donde él cumple con su tarea. Farmacia, bodega, panadería, mercado industrial, mercado agropecuario, carnicería y una tienda recaudadora de divisas, no es fácil la tarea de «el mayor», porque en cada uno de esos espacios hay productos muy demandados por el pueblo. Imaginen cuando se juntan pollo, mandados y medicamentos.
Pero él lo ha logrado, claro, no está solo, otros combatientes y miembros de las fuerzas de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) lo acompañan, en la organización y con las estrategias para que todo fluya mejor, y el cara a cara con el pueblo, eso, lo asume él. Sus mejores cualidades, creo yo, han sido la paciencia, la capacidad para escuchar los más disímiles planteamientos, y la firmeza que jamás ha rayado en el maltrato, para que todos entiendan el valor de la disciplina.
Es por eso que cuando alguien necesita aclarar una duda pregunta siempre por «el mayor», y si la cola se desordena, y las distancias necesarias se violan, siempre salta una voz que dice: «caballero, organícense, después "el mayor" nos regaña con razón», y en medio de los desacuerdos: «a ver, cállense para que "el mayor" pueda explicar».
Y cada día él vuelve allí, y no he visto disminuir su energía. Él, que en no pocas ocasiones ha colaborado para que nosotros podamos hacer nuestro trabajo, no imagina que hoy haya inspirado estas palabras. Él es una clara muestra de que en Cuba nuestra policía, nuestros soldados, nuestros combatientes, son por encima de todo, pueblo uniformado.
Yo soy solo una de las tantas personas agradecidas por su esfuerzo. Yo, quizá después de la pandemia, necesite oír su voz para reconocerlo sin el nasobuco, pero jamás voy a olvidar el esfuerzo de personas como él, que son miles a lo largo y ancho de la Isla, y que, sin duda, han sido protagonistas en nuestra ya exitosa batalla contra el virus.


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