Por estos días en los que la solidaridad del desconocido toca a tu puerta tan fuerte como la del amigo, es claro percibir que todos tenemos qué aportar a la batalla contra la pandemia. Están en la primera fila quienes se mantienen hoy en su puesto laboral, porque son de los indispensables, y los siguen quienes fueron incorporados en otras tareas, porque hace falta echarle una mano al personal de los centros de salud, o los que arduamente intentan llevar los alimentos a la mesa de la familia cubana.
Entre todos ellos y muchos otros, están ellas, las mujeres cubanas, quienes en tiempos corrientes trabajan fuera y dentro del hogar; o las que solo se dedican al cuidado de los adultos mayores de su familia, y ahora intensifican la protección. La labor de las mujeres en nuestro país no es más importante que la de los hombres, quienes también combaten diariamente contra el nuevo coronavirus, pero es igual de necesaria.
Mientras el sitio web de las Naciones Unidas ha publicado recientemente que los efectos de la covid-19 en la economía podrían revertir los limitados avances logrados en varios países en materia de igualdad de género y derechos, en Cuba la realidad es otra. La lucha contra la propagación de esta enfermedad ha acercado a la fuerza femenina mucho más al protagonismo que Vilma Espín anhelaba cuando fundó junto a Fidel la Federación de Mujeres Cubanas (fmc), el 23 de agosto de 1960.
Es esta organización la que, en las circunstancias actuales, liderea desde cada una de sus instancias las acciones de sus afiliadas, para contribuir en esta «guerra» por ganar.
Recientemente, Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la fmc, expresaba que las mujeres son una fuerza decisiva en las comunidades cubanas. «No sabíamos de pandemias, pero sí de solidaridad y de la vocación humanista de la Revolución».
Con esa premisa su participación se ha hecho evidente. Los más de 160 000 patios de la agricultura familiar, que la federación ha impulsado, y es una iniciativa anterior a la propagación de la covid-19, son la alternativa para complementar, desde el cultivo propio, la alimentación en el hogar.
Y qué decir de las tantas mujeres que desde el hogar profundizan en el cuidado de sus niños y sus ancianos, de la limpieza e higiene en la casa; pero qué decir, sobre todo, del casi 70 % del personal de la salud cubano, que es femenino y, en especial, de las que tratan directamente a los pacientes confirmados con la COVID-19: a todas ellas el valor les sobra.
Cuando todo esto pase y las estadísticas de las Naciones Unidas demuestren lo que previeron, sobre el notable aumento de desempleadas y muchas otras afectaciones al bienestar de ellas, a causa del desplome de la economía mundial durante esta crisis sanitaria, nuestra nación ratificará su orgullo por cómo en tiempos difíciles de sobrellevar, las cubanas llevan la delantera.


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