ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

No voy a hablar de Mariana, la madre de los Maceo, quien hizo el juramento tremendo con toda su familia –ante la imagen de Cristo– de liberar la Patria o morir por ella. No es de la heroína de la Sierra y el llano, Celia Sánchez. Ni de la poco nombrada Manuela Cancino que les echó en cara a los españoles la frase inapelable: «Quisiera tener cien vidas para dárselas a mi Patria».

Pido permiso para hablar de Laudelina; ella no aparece en las viejas planas de los periódicos y tampoco es parte de efemérides colectivas. Ella pertenece a la muchedumbre anónima, en la cual se sostiene la vida de un pueblo.

Fue la primera maestra de Josué País García, en el Instituto Martí, de Santiago de Cuba; conoció al niño Frank y a su madre Rosario. Cantaba en el coro de la iglesia Bautista. Se empeñó mucho en arrancarle una sonrisa al triste y serio pequeño que llamaban Josué. Muchos años después, al saber de la caída de aquel joven, hecho hombre en tan breve tiempo, exclamó, como si se repitiera una página de La Edad de Oro: ¡Murió el hijo del pastor!

Laudelina amaba a Dios y a la Revolución, y sintió miedo cuando le pidieron que hiciera el croquis del cuartel que iba a atacar Fidel en un batey azucarero llamado Pilón, o en el momento en que los casquitos andaban buscando revolucionarios para molerlos a palos, y terminó por quemar La historia me absolverá, que escondían en el interior del techo de zinc.

Nunca dejó de ser educadora, aunque no fuera más al aula de los chicos de primaria de su pueblo campesino y humilde. Se hizo ama de casa. Fregaba cada madrugada, otra vez, los jarros para preparar el café que se ligaba con el canto de los gallos y las estrellas que iban de retirada. Regaba todas las mañanas las flores del jardín y poco a poco levantó a sus hijos para que nunca fueran cómplices de la maldad.

En los días duros del periodo especial hizo malabares en la cocina, lavó con cenizas y maguey para dejar las sábanas limpias, preparó sopas con todo cuanto pudiera soltar una sustancia vital, atendió a los enfermos y, con una frase, resumió el drama de aquellos años: «Estamos pasando el Niágara en bicicleta». Pero Laudelina no dejó de dar pedal por sus hijos y por la vida.

Ella soportó la enfermedad entre el temor y la dignidad. En el hospital de Manzanillo, con lo que le quedaba de voz, cantó desde su cama; pacientes de otras salas vinieron a asomarse para saber de dónde venía aquel canto hermoso.

Sabía que por aquellos días de agosto de 2006 el Comandante estaba enfermo, y por eso lanzó su inesperada pregunta: ¿Cómo estará Fidel?

Esta mujer no aparece en los libros de historia, como tantas que guardan su heroísmo cotidiano en el silencio de las familias cubanas. Laudelina me recuerda el misterio de la palabra erguida de la poetisa Fina García Marruz: «Los verdaderos poetas son los que no escriben versos, la hermana que cose en la habitación, el canario que canta en el balcón, la bocanada de brisa que entra cuando abrimos la puerta; porque todos son servidores de luz». Por eso, solo pido permiso para hablar de Laudelina, mi madre.

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Esteban dijo:

1

9 de mayo de 2020

01:32:20


Hermosa historia,lo felicito por la madre que tuvo, como la de muchos cubanos, saludos.

FRaink dijo:

2

9 de mayo de 2020

07:35:13


Felicito al periodista ,por este trabajo dedicado a su mama y por ende a las madres cubanas ,muy emotivo y lleno de gratitud

alberto santamarina guerra dijo:

3

9 de mayo de 2020

12:51:18


Estimado Julio Cesar: Hace dias que estaba por escribirle por un motivo: Mi abuelo, el historiador Ramiro Guerra Sanchez, tenia sus mismos apellidos pero invertidos y por eso me llamaba la atencion. Hoy se une otro motivo casual: Su esposa, mi abuela, madre de sus once hijps, fallecida en 1927, !Se llamaba Laudelina! Le felicito por su bella cronica. Me recordo a mi madre Leyda Guerra. Alberto Santamarina

Melchor dijo:

4

9 de mayo de 2020

15:20:00


Excelente y hermoso artículo. Refleja el heroísmo de cubanas y cubanos

Manuel dijo:

5

9 de mayo de 2020

17:25:52


Felicidades, la historia de Cuba, se ha escrito llena de gente grande como su mama, he aqui, tambien uno de los porque de la grandeza de Frank y Josue...Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada. Provervios 31:28 a)

laudelina dijo:

6

10 de mayo de 2020

15:59:23


Muy bonita la historia de su mamá, la admiro y me conmueve aun mas porque soy campesina, conozco lo que se sufría en el campo al ver niños enfermos y no tener dinero para llevarlo al medico, único por aquella zona. Aunque era pequeña en aquellos tiempos, esos recuerdos aun persisten en mi mente. Gracias a la Revolución y al sacrificio de mis padres en especial de mi madre, pude estudiar, hacerme profesional y disfrutar cada día aportando todo lo que esté aun a mi alcance para contribuir a la salud de los cubanos y a la formación de esta generacion. Tengo la dicha de ser Laudelina, de las tantas mujeres y madres agradecidas y orgullosas de ser cubana.

Nora Matilde dijo:

7

10 de mayo de 2020

17:35:21


Que emoción ! hay partes en que me veo reflejada como madre de 2 niños en épocas muy duras al quedar viuda a los 31 años. Gracias por recordarnos a las anónimas !!!

Ulises dijo:

8

14 de mayo de 2020

10:58:01


Brillante Julito, tuve el privilegio de conocerla. Se fue iluminada con la luz de su hijo. Un abrazo.

Julio César Sánchez dijo:

9

14 de mayo de 2020

21:48:34


Alberto...Mis saludos. Todo ha sido hijo del azar extraño y feliz. Súmele a eso que me gradué en historia y su abuelo y yo nacimos en enero solo con un día de diferencia...Mi sincero afecto.

Julio Cesar Sánchez dijo:

10

14 de mayo de 2020

21:56:50


Hermano Ulises que vienes del alma de la misma montaña: Todas las madres se van con la luz que dejan a sus hijos. Un abrazo.