ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Una vez al año las escuelas celebraban un día de fiesta en que los niños salían a las calles a recorrer fábricas y centros de producción, donde eran homenajeados por los trabajadores que, sin apartarse de sus faenas, sonreían al paso de las inacabables comitivas infantiles.

En cada lugar un maestro de ceremonias recibía a los alumnos que en fila india y con las manos atrás lo observaban todo, recibiendo como premio a su aplicación helados, refrescos, pequeñas pastillas de jabón y ambrosías de chocolate, cuyo olor penetrante se sentía unas cuadras antes de llegar a las factorías.

Pero ninguna fiesta resultaba más importante que la de Reyes, Epifanía de los Reyes Magos, que según la tradición regresaban la madrugada del 6 de enero, deslizándose sigilosamente por alguna puerta que, en complicidad con los magos del Oriente, quedaba misteriosamente abierta.

Los niños de las ciudades, fundamentalmente, escribían sus cartas para pedir todo cuanto podía ocurrírseles, poniendo a sus padres –los Reyes verdaderos– en el más indescriptible aprieto.

El comercio, que se había apoderado de todos los sentimientos humanos, alentaba la venta de juguetes que, tentadoramente presentados, ocupaban el primer plano de las grandes y pequeñas tiendas, delante de cuyas vidrieras, día a día, se escuchaba el bullicio de los niños, que dejaban impresas manos y narices en los cristales y lunas de las exposiciones.

–Yo quiero aquel...

–No, ese es mío...

La bicicleta, la muñeca, los soldaditos de plomo...

¿Quiénes recibirían verdaderamente a los Reyes?

–Los que se porten mejor, los más aplicados, los más educados, los que tuvieron mejores notas.

El que no poseyere estas virtudes, recibiría un saco de carbón.

Los más pequeños ofrecían como presente a su Rey un dientecito, que debía ser protegido de la insaciable glotonería de los ratones, y dejaban además hierba y agua para los fatigados camellos, pues su última escala había sido, seguramente, un oasis en el norte africano.

A tanta poesía y a tanto sueño acumulado correspondería una amarga verdad, cuyo prólogo era que muchos abnegados y virtuosos, recibían juguetes pequeños y humildes: libretas, una manzana, una alcancía o aquellos pollitos de colores que piaban desconsoladamente en sus cajas de cartón, puestos a la venta por 20 o 25 centavos en los portales de Reina o de Galiano.

Luego vendría la otra realidad: los padres eran verdaderamente los Reyes. ¡Qué angustia, qué desconsuelo! Quizás era la única explicación convincente sobre la real entraña de la sociedad: ya no serían los Reyes los injustos, los que otorgaban el inmerecido privilegio de los mejores juguetes a algunos perezosos que no llegaban temprano a las clases, ni hacían las tareas, ni se compadecían de los ancianos.

Era una lección que despertaba el recóndito sentimiento de rebeldía, haciéndonos pensar que algún día todos los padres tendrían la probabilidad, al menos, de poder ofrecer a cada niño un juguete.

Cuántas veces vi abandonado el más suntuoso regalo por el más sencillo, y cuántas, deshecho el más primoroso y complicado mecanismo por el ansia infantil de descubrir la naturaleza de las cosas.

Al Palacio Presidencial acudiría todo aquel que hubiese conseguido una tarjeta, de las que distribuidas entre allegados o afiliados a los partidos políticos u obtenidas con gran ruego a algún amigo servicial, daban acceso al vestíbulo bajo de la terraza norte del Palacio, situado en Refugios número 1. Para obtener los primeros lugares, resultaba indispensable llegar de madrugada y situarse a la espera de la apertura de las grandes puertas, donde uno a uno, los niños pobres de La Habana recibirían su juguete de manos de las damas y señoras de mayor rango, entre el relámpago de las cámaras fotográficas que llevarían a las páginas de la prensa las imágenes de aquel acto, que en verdad exponía a la luz pública las grandes desigualdades, con el rostro de los niños por espejo.

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Daniel Noa Monzón dijo:

1

13 de enero de 2020

10:08:28


Gracia mil, una vez más, estimadísimo Maestro...Sus palabras escritas aquí me hacen evocar un Día de Reyes de inicios de la década de los 50...teniendo yo 8 ó 9 años de edad..ocasión en que ällá en mi Cienfuegos natal, presuroso corrí ante la noticia de que en cierta escuela religiosa un grupo de monjas estaban entregando juguetes ¨a los niños pobres¨...llegué, hice una fila casi interminable...y con desconsuelo pero conforme vi poner en mis manos un sencillito juego de damas...el cartoncito cuadriculado y las fichitas...En esta evocación de siete décadas no he podido evitar un par de lagrimones... Al crecer, he comprendido lo importante que es el desarrollo de la fantasía infantil...la infancia es un período muy breve que debe ser vivido intensamente en esa perspectiva para que lleguemos a ser adultos plenos...Su ejercicio con estas palabras me lleva a confirmar mi convicción de la necesidad de que en los pueblos nunca mueras us tradiciones...a ellas nos debemos, ellas nos unen y dean identidad propia...

Ana Rosa Perdomo dijo:

2

13 de enero de 2020

10:22:03


Hermoso trabajo que nos atrapa desde su primera lectura con esa prosa que siempre nos regala el profesor Leal, virtuoso del verbo. De una manera especial nos remonta a una época ya pasada y sus dolorosas realidades. !Gracias!

jacinto dijo:

3

16 de enero de 2020

08:40:54


Estimadicimo Leal,, todo lo relatado por ud es pura realidad,, pero,, aun con toda la tristeza que nos pueda evocar las desigualdades en regalos resibidos por unos y otros hay algo esencial que no se deberia perder y es la ilucion y la fantacia de los niños, porque esto a la larga nos hace mejores seres humanos en todos los ordenes, se lo digo por los que como usted y como yo nos dieron esa oportunidad de ser ingenuos cuando teniamos que serlo,, hoy somos hombres de bien,, gracias y que Dios le de a Ud mucha salud

anastacia Respondió:


17 de enero de 2020

13:17:53

Bonito comentario pero sin faltarle el repeto hay muchas faltas de ortografias

jglez Respondió:


20 de enero de 2020

16:19:00

Jacinto: A pesar de lo señalado por Anastacia, su comentario recoge en esencia lo mismo que yo hubiera dicho al Dr. Leal. Lo bello de la tradición no entra en contradicción con la realidad de antes de 1959 por él bien descrita; otros comentarios hablan de la realidad de hoy . Las ilusiones de la infancia aportan mucho a la inteligencia y el buen actuar del adulto. ¿Por qué no revivir tan noble costumbre?

Odalys dijo:

4

17 de enero de 2020

08:50:57


Hermoso artículo, cautivador como siempre como todas sus palabras, una buena enseñanza para los que no vivieron esos tiempos y en la actualidad se quejan de todo sin analizar la gran voluntad de nuestro Gobierno por garantizar el bienestar del pueblo fundamentalmente el de los niños y niñas cubanos. Salud para usted de todo corazón.

Jjorge dijo:

5

17 de enero de 2020

09:24:04


Es cierto, la cronica refleja una realidad tangible, ¿pero acaso ha cambiado?¿cuantos niños en la actualidad tienen acceso a los juguetes cuyos precios en CUC son casi prohibitivos? ¿Acaso estas dificultades, presentes en todos los contextos, justifican que muera una tradición espiritual que cuando menos enriquece las fantasias mas nobles en medio de tanto pragmatismo? Eusebio, querido Eusebio, su reflexión ayuda a quienes idealizan el pasado, es loable porque nos ayuda a no perder de vista que no siempre todo el pasado fue mejor, pero pienso que las genuinas tradiciones son el alma de los pueblos, los Reyes deben seguir trayendo sueños, de todas maneras, todos los dias despertamos a una nueva realidad y nuevas decepciones

Fabio Bosch dijo:

6

18 de enero de 2020

05:53:14


No es necesario alabanzas a este artículo, porque todo lo que emana del verbo y la letra de Leal es venerable. Escucharle y leerle es un privilegio que tenemos, especialmente los cubanos de estos tiempos estoicamente bellos. Coincido con quienes ha escrito que esa fantasía infantil, aún con sus desigualdades (y lo las viví en mi pueblo de Cruces) es parte de esa etapa infantil que tan necesaria es para que nunca abandonemos esa parte tierna de nuestras existencias. Porque esa fantasía nunca ha impedido que los niños forjen su futuro, como le escuché una vez decir a Doña Mirtha Aguirre que Karl Marx y Lenin leyeron a los grandes de la literatura infantil universal, se alimentaron de sus fantasías y no por eso dejaron de ser Karl Marx y Lenin.

Lucía dijo:

7

21 de enero de 2020

12:36:43


Dr. Leal, hermoso su artículo. Entonces puede agradecerle, mi hija pasó a estudiar segundo grado en la escuela "Concepción Arenal" restaurade por sus oficinas en los duros años noventa y el único juguete nuevo que tuvo fue el que cada día de reyes llegaban de sus oficinas para cada niño de las escuelas de La Habana Vieja. Muchas gracias,

Fulvio dijo:

8

22 de enero de 2020

12:05:26


Don Eusebio: Gracias mil una vez más, amén del contenido comentado; su discurso, sólo comparable a un Cicerón o un Aplonio Molón, siempre nos trae la gratísima sensación de leyéndolo, sentimos vuestra presencia. Se le extraña, no sabe cuánto. Muy cordial y sinceramente. Fulvio

jesus Rodríguez dijo:

9

23 de enero de 2020

15:49:19


Comparto el criterio de nuestro historiados mayor. Le deseo mucha salud. Jesús

Herminio Cepero Galvez dijo:

10

24 de enero de 2020

10:42:36


Mi difunto padre nació en el 1910. Campesino muy pobre de las Casimbas ,Santo Domingo, Villa Clara, vivía junto a sus padres y hermanos en un pedazo de tierra arrendado a un latifundista, en su casita de yagua, techo de guano, piso de tierra , como cama una hamaca de sacos de yute . Nunca recibió regalos , ni de nombre conoció a los reyes magos. Me contaba que cuando tenia 15 años fue a visitar una noviecita el día 6 de enero. Ella muy romántica le regalo un par de medias y le dijo.....¨ Aquí te dejaron los reyes magos de regalo..... El viejo le respondió ¿ Y quienes son ellos. Ella le explico . Así conoció el pobre guajirito a los Reyes Magos. Por esa y miles de miserias del capitalismo, mi viejo se ofendía cuando alguien le decía que del capitalismo había que aprender. Respondía. ¿ Aprender que. Y se respondía ¿ Aprender a morirse de hambre, de enfermedades, a que te exploten y te tengan en la miseria . Concluyendo con un sonoro NO JODAS COMPADRE DE ESO, NO HAY NADA BUENO QUE APRENDER. El viejo murió orgulloso sabiendo que sus 7 hijos y sus descendientes van a luchar a sangre, plomo y fuego para que el capitalismo jamás, pero jamás se le ocurra asomar la nariz en esta isla. Gracias maestro Eusebio, por recordar este triste momento para millones de niños pobres, no podemos olvidar.

rachel dijo:

11

28 de enero de 2020

11:09:07


Que buen comentario me gusto mucho

Ada dijo:

12

2 de febrero de 2020

23:42:42


Que buena reflexión, la leí en el granma digital generalmente no alcanzo el periódico impreso, muchos ciudadanos de la Cuba de hoy segura estoy que no saben de esos hechos debería divulgarse más, Gracias