Los cubanos somos personas locuaces, comunicativas y dadas a opinar de cualquier tema, pero según mi observación, es el asunto climático el que se lleva la voz cantante a la hora de iniciar un diálogo entre conocidos o desconocidos. En los últimos tiempos ha ganado fuerza debido a la intensidad de las temperaturas, combinada con el polvo del desierto, que nos ha puesto a pensar más de una vez en los camellos.
Usted en cuanto se encuentra con alguien en la parada, el ascensor o hasta en la cola del pan, le habla del calor, es recurrente y simpático, porque se produce una especie de déjà vu ante la similitud de aquello que le dirán en cuanto se inicie un diálogo, entonces invariablemente se escuchará la frase: «¡qué calor!».
Pero no solo la sapiencia climática es lo que nos distingue, también somos «expertos» en ciclones y en partes meteorológicos, aun cuando en los últimos tiempos se han sumado algunos términos más novedosos que complican la cuestión, digamos que es parte de una tendencia lógica de ir más a la ciencia de los fenómenos, pero nadie me puede discutir que antes era más simple, había menos «vaguadas» y «prefrontales».
Pero el clima cubano es tan pícaro como nosotros mismos y le juega una mala pasada a cualquiera, te moja en las tardes si te vas sin paraguas, porque la mañana es reluciente y no levanta sospechas de lluvia, o te hace andar con el artilugio protector en la mano, mientras se planta un sol que «raja piedras».
Lo usamos también para calificar a algunos que son tan cambiantes como el susodicho clima, un día te los encuentras más risueños que el gato Félix y al siguiente más ácidos que las axilas de un gorila. Aunque lo mejor de este archipiélago es que, por caprichoso que sea el clima o, aunque se empeñe a veces en ponernos a prueba, los cubanos nos levantamos siempre, lo mismo con sequías, huracanes que tornados.


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Andrachi dijo:
1
13 de noviembre de 2019
17:13:53
Midialis dijo:
2
27 de noviembre de 2019
17:17:53
Jorge dijo:
3
28 de noviembre de 2019
22:42:35
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