ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Cuando se entenebrece el cielo, amanece sin sol, llueve fuerte y temprano, mi memoria me lleva a la ventana de mi casa y me veo echando a la corriente barquitos de papel.

Llovía mucho entonces. En las lecciones de geografía explicadas por el libro ilustrado de Aguayo, se nos decía que el clima de Cuba estaba señalado por el predominio de dos estaciones: la seca y la lluvia. Ante la amenaza de las turbonadas nos quedábamos en casa, y solo algunos lograban llegar a la escuela bajo capas y sombrillas, o aquellos cómicos sombreritos de cono que se hacían con el satinado papel de los rotrograbados.

La primera señal de los temporales del verano eran las tiñosas. Decenas, cientos de tiñosas, sobrevolando las torres y cúpulas de las iglesias o la altísima linterna del Capitolio, eran señal inequívoca de lluvia.

Pero hablando de este tipo de suceso, nada más divertido para la fantasía irresponsable de los niños como la noticia del ciclón. Inmediatamente comenzaban los agoreros a contar los desastres del meteoro del 26. Más cercano en el tiempo, los estragos causados en La Habana por el de 1944, la historia escalofriante del naufragio del vapor Valbanera, que, saliendo a refugiarse en alta mar, se perdió para siempre.

Había vigilia ante el radio esperando el parte oficial, leído en voz propia por el capitán de corbeta José Carlos Millás, que con voz quebrada parecía conjurar el inminente peligro: «...el ciclón del Mar Caribe parecía estar en las últimas horas de hoy en las proximidades de la isla de Gran Caimán, de continuar su errático rumbo...». Acto seguido se anunciaba que en pocos minutos la prensa entrevistaría al padre Goberna, quien, desde su atalaya en el colegio de Belén, haría precisiones sobre el estado del tiempo.

Ante la gravedad de las circunstancias comenzaba el trasiego de botellas de luz brillante, velas y pabilo, pan y galletas, sardinas en tomate o aceite, según la preferencia, y una sinfonía creciente de martillos, clavos y «charranchas». Corre-corre de cazuelas, calderos y bidones de agua, animado anticipadamente por el perfume de chocolate y café, mientras la pregunta clave volaba de casa en casa: «¿Qué usted cree, viene o no viene?».

El ciclón es parte de nuestra cultura, realidad predominante en nuestra naturaleza; más que el sismo, solo presentido, el ciclón es guerra avisada.

Para los niños era una fiesta este corre-corre, el apagón –que «pase o no pase» era obligatorio–, la luz zigzagueante de las «chismosas». Nos tapábamos, aunque hubiese un calor tremendo, y en medio de un «lechuceo» generalizado se dejaban escuchar a ratos las primeras ráfagas y ventiscas.

Al regresar la bonanza, todo el mundo salía a las calles, volvían los ruidos y trepidaciones, esta vez para anunciar que el ciclón estaba lejos, aunque dejaba, eso sí, una estela de dolor y pobreza en el campo, donde casi todo el mundo tenía parientes. Allá, tierra adentro, quedaría sin respuesta oficial el urgente clamor de los campesinos porque el temporal se había llevado los platanales, las gallinas, los escasos bienes.

Rápidamente se disponían los paqueticos con lo mejor de la ropa usada, una colcha y otras sinceras y solidarias contribuciones, para llevarlas en mano, en fecha próxima, adelantando el viaje anual que permitía el reencuentro con los tíos y primos de Vueltabajo. Era esta ofrenda, pálida muestra de gratitud por los caimitos, las chirimoyas, los huevos criollos, las mariposas y los tomeguines que, en jaulitas de güin, llegaban puntualmente cada año.

Allí, en la pequeña casa de madera, inclinada y casi vencida por el tiempo, reinaba siempre, a pesar de todo, la voluntariosa esperanza del cubano. Reclinado sobre el taburete, el tío abuelo hablaba con acento juicioso y autoritario: «...aquí lo que hay que hacer es trabajar. Yo no sé por qué todas las tragedias les vienen a los pobres, pero ya vendrán tiempos mejores, porque Dios aprieta, pero no ahoga».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

maria de los angeles lópez dijo:

1

30 de septiembre de 2019

08:37:38


muy a tono con estos temporales, el maestro nos sigue dibujando sus experiencias, como la sabia de su cubanía siempre a flor de labios, sus memorias trasmitidas a diferentes generaciones, son hoy en sí honor a las tradiciones, costumbres en conmemoración al aniversario 500, continue dandonos sus lindas historias...

Fermin Manuel Fornaris Campa dijo:

2

30 de septiembre de 2019

11:25:17


Soy del campo, y esta misma imagen que narra el Dr.Leal ocurría en la zona Oriental. Y por ejemplo en los lugares donde no había electricidad, ni radios de batería, era peor y por viajeros que pasaban o llegaban se conocia que el ¨temporal¨que sentíamos, era un ciclón. Entonces cuando pasaba, la destrucción era mayor y la recuperación peor. Qué república era aquella!...

Jorge ramon dijo:

3

3 de octubre de 2019

14:26:46


Que fascinante su cronica, tan actualizada, era así y aún lo es. Solo que tenemos ahora desde semanas las noticias cientificas de nuestro Ruviera. Gracias Dr Leal, por regalarnos su sabiduría, y su elocuencia.

sachiel dijo:

4

4 de octubre de 2019

11:14:32


Su elocuencia perdurará en el tiempo, estimado Maestro... hemos vencido miles de ciclones, y como dijo Bolivar, "si la naturaleza nos es adversa, pues lucharemos tambien contra la naturaleza..". Ciclones naturales o humanos, tenganlo en cuenta, el cubano, ni se rinde, ni se vende.

Amanda Sofia dijo:

5

6 de octubre de 2019

12:01:30


¡Que belleza ! y cubaníaen el articulo, seamos así siempre