Siendo yo un adolescente inauguraron la pescadería de mi barrio, le colocaron el pintoresco y criollo nombre de La biajaca azul (de ser ahora se nombraría la Claria multicolor). Fue todo un acontecimiento y con razón, porque se vislumbraba la posibilidad de entrarle al menú marino con más fuerza que nunca.
El día inaugural las neveras estaban repletas y la variedad era abrumadora, pescados de una policromía increíble, desde el gris plateado hasta el rosado más puro. Especies raras, que causaban gran asombro en todos nosotros, muchachos acostumbrados a las diminutas «guacharitas», como les decíamos a las biajaquitas que nuestros anzuelos capturaban en las charcas del famélico «Arroya Tusas», nuestro único río.
Unos meses después la cosa empezó a cambiar, la nevera perdió población y los colores se fueron extinguiendo reducidos al matiz casi único del chicharro sin cabeza. Aquella fue mi primera experiencia en cuanto a esas «escobitas» que, nuevas barren bien; pero luego le pasan por encima a la basura y ni cosquillas le hacen.
Después le sucedió lo mismo a la guarapera municipal «Te saco el jugo», donde en sus inicios se colocaron hasta unas mesitas rústicas, para que los sofocados pobladores mitigaran su sed en elegantes jarras de cerámica roja acompañadas de un platillito de maní tostado, como cortesía de la casa. Al año siguiente te tenías que tomar el guarapo de pie, lo mismo en jarra que en jarro y el platico de maní, como decimos los cubanos, «cantó el manisero».
Con el paso del tiempo he chocado una y otra vez con dichas escobas. Muchos son los espacios e instalaciones que abren sus puertas con merecidos bombos y platillos; se cortan cintas y se tiran fotos; se muestran sus virtudes en la televisión o se anuncian con entusiasmo por la radio y por otros muchos medios.
Meses después la cosa se complica y en la tablilla de aquella cafetería que prometía ser la delicia de los más exigentes y donde se anunciaba un exuberante número de ofertas, ahora sobreviven algunas legendarias croquetas, uno que otro refresco de sirope y diminutos panes con misterioso contenido.
Sucede que solemos poner el anuncio de meta donde en verdad se ubica la mitad de la carrera, creemos que es final lo que es inicio y damos por terminado el asunto cuando el aplauso inaugural se extingue. No siempre se regresa después a revisar si la constancia ya es parte del lugar o si rutina y falta de gestión se han encargado de romperle el palo a la escoba nueva.
Por eso es tan grato ver a nuestro Presidente, el compañero Díaz-Canel, regresando sobre lo andado y hurgando en cuestiones que, en sus anteriores visitas a diversos espacios del país, quedaron como acuerdos pendientes o compromisos de solución; solo así, con ese estilo que aprendimos de Fidel y de Raúl, es posible que la escoba siga barriendo bien, aunque los años la castiguen.


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Nury dijo:
1
24 de junio de 2019
11:09:54
Carlos dijo:
2
24 de junio de 2019
17:09:21
Alejandro S. Jorge dijo:
3
28 de junio de 2019
11:31:33
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