El asunto no es nuevo. Al menos, no del todo, ya que como las cepas de algunos de los virus, la especulación y el acaparamiento han estado mutando una y otra vez durante años. Hasta ahora, sin embargo, nunca había escuchado que alguien se valiera para ello de cuestiones tan sagradas para los cubanos como los niños.
«Eso es así, yo mismo lo he visto», me asegura Carlos Trujillo, uno de los tantos pinareños que en las últimas semanas ha tenido que buscar por la ciudad varios productos de primera necesidad que han estado escaseando. «Hay gente utilizando a los niños para colarse en las tiendas», advierte Carlos.
Un mismo pequeño pasa hasta cuatro y cinco veces de los brazos de una persona a otra, que lo usa para abrirse paso, de la manera más desvergonzada que existe, hasta el principio de la fila.
En medio de la compleja situación económica que atraviesa el país, el Ministerio del Comercio Interior anunció hace unas semanas la regulación de la venta en la red minorista de un grupo de productos alimenticios, aseo e higiene.
La medida tiene el objetivo de propiciar «una distribución justa y racional» y cuenta con el apoyo mayoritario de la población, que no está ajena a la postura abiertamente hostil de la actual administración estadounidense contra Cuba y sus efectos: el recrudecimiento del bloqueo y la pérdida de otras fuentes de ingresos con las que el país había contado en los últimos tiempos.
No obstante, no han faltado quienes tratan de sacar provecho en río revuelto, jugando con valores que hasta en las peores circunstancias los cubanos han sabido preservar.
En la ciudad de Pinar del Río, por ejemplo, Eusebio León, funcionario de la Dirección Municipal de Inspección y Supervisión Integral (DIS), reconoce que se han detectado personas que utilizan a los niños para colarse.
No se trata de una madre que no tiene con quién dejar a su hijo y apela a la sensibilidad de quienes van delante en la fila, sino de personas inescrupulosas que se pasan a un mismo pequeño unas a otras en la parte de afuera de la tienda, con la intención de acaparar y revender, señala Eusebio.
«Si hoy salimos a dar un recorrido, y mañana volvemos a hacerlo, verá que siempre es la misma gente», dice.
Con este mismo fin, los inspectores de la dis afirman que también se utilizan mujeres embarazadas por parte de algunos trabajadores por cuenta propia, para burlar las colas y comprar al por mayor.
En las ferias agropecuarias que una vez al mes se organizan en la ciudad de Pinar del Río, ya esta era una práctica habitual: una mujer en estado se abre paso hasta la tarima, pide un saco de viandas o varias jabas de dulces o galletas –carbohidrato y azúcar, justo lo que su médico le ha indicado evitar– y de pronto de la nada aparece un forzudo para cargar la mercancía.
Como hasta ahora la técnica ha funcionado con relativa impunidad, se sube la parada. Pero, ¿qué consecuencias pudiera tener a escala social que esa gran mayoría de la población que hoy no vacila en cederle el puesto a un anciano, una embarazada o una madre con su hijo en brazos, terminara por volverse indiferente, ante la duda de si se trata de un caso real o una estafa?
Como a cualquier cubano, me inquietan la escasez y las colas, pero sobre todo, aquello en que pudiéramos llegar a convertirnos si no se les pone freno cuanto antes a quienes hoy se aprovechan de la necesidad y de la buena voluntad de los otros.


                    
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gongora dijo:
1
1 de junio de 2019
08:40:57
loriet dijo:
2
3 de junio de 2019
14:00:40
Noel ECOVIDA dijo:
3
4 de junio de 2019
09:18:46
JES Respondió:
4 de junio de 2019
13:35:14
Dr. C. Alfredo Pita Hdz dijo:
4
6 de junio de 2019
16:48:48
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