Cuando era niño, la pelota tenía esa facultad mágica de reunir a su alrededor a toda la muchachada, en este caso me refiero a la pelotica de béisbol: lo mismo daba una original con su cuero y sus costuras, que alguna otra artesanal confeccionada a base de medias, trapos y otros demonios textiles.
El tiempo pasó y pasó, ahora la pelota sigue subordinando a los muchachos en campos y calles, pero en estos momentos la que más reúne es una esfera de mayor tamaño: el balón de fútbol. Es real que parte de nuestra idiosincrasia y muchos componentes del vocabulario criollo provienen de la influencia cultural del béisbol, pero la cultura tiene esa enorme capacidad de nutrirse y abarcar nuevas cosas, sumar costumbres, palabras, mensajes y también novedades deportivas.
La fiebre futbolística se ha extendido por el país y como no es una calentura que dañe –al fin y al cabo se trata de un deporte, un ejercicio físico muy completo–, no es necesario meterle dipirona para que refresque, ni creo que esa calentura sea la responsable directa del resfriado que sufre nuestro deporte nacional.
Ya no se trata de un fenómeno aislado o de una majadería mediática o extranjerizante, como algunos lo consideraron en los inicios, la cosa se ha diseminado y de qué manera; incluso mi propia madre, ya una anciana, que en su momento apenas se detenía a mirar algún deporte ajeno al de las bolas y los strikes, ahora conoce a todos los jugadores del club barcelonés, es admiradora de Messi y habla con entera propiedad de porteros, penales y goles.
Hasta en las chanzas populares se ha colado el tema de marras, por el barrio no han dejado pasar la oportunidad y al insoportable Gerenio, alias «Quién te llamó», que siempre se las agencia para estar donde no le corresponde, lo han bautizado como «El offside perpetuo».
Soy de los que opina que pasión futbolera y retorno de la pasión beisbolera no tienen por qué estar en contraposición, es un asunto que compete a muchas partes y que reclama de muchas iniciativas, pero es real que en un mundo tan mediático la pelota grande se está comiendo a la chiquita y por solo citar un ejemplo: mientras en alguna edición de la Feria del Libro de La Habana se vendieron miles de afiches, álbumes, pegatinas y no se sabe cuántos soportes más con la imagen de los ídolos del balompié, sin embargo, resulta una rareza toparnos con una mínima postalita de algún pelotero.
Nada, que tal vez un viejo amigo de la infancia lo ha podido resumir mejor, cuando hace una semana mirando el fútbol, comentó: «Toda la vida aplaudiendo en el estadio cuando sacaban la pelota y ahora resulta que la bulla más grande es cuando la meten dentro».


COMENTAR
Dr. Ricardo Pereda Gonzalez dijo:
1
27 de marzo de 2019
07:45:43
Luis Toledo Sande dijo:
2
27 de marzo de 2019
18:11:53
Responder comentario