Mujer

Cuando la tuvo en sus manos confirmó lo que ya sabía: era una niña. Destapó el pañal amarillo, recorrió con la nariz su cuerpecito y terminó con un beso en la frente.

«Eres mujer –le dijo– pero no quiero que seas como yo.

«No quiero que solo seas una mujer de delantal y cocina. De esas que expulsan a sus hijos del fogón porque no es lugar de hombres. No quiero que te moldeen los prejuicios, que otros pongan palabras en tu boca, que cedas a la pose de sumisión.

«No quiero que te quedes callada ante las injusticias, ni que te adaptes a los cánones de una moda, ni que hagas dietas hasta desmayar.

«Quiero que seas una mujer libre y feliz, que sueña y construye. Una mujer con un destino. Una mujer que lleve el pelo del color que quiera y que sea auténtica. Que no ame con miedo, que tenga en el otro un compañero, un cómplice de pasión y no una alcancía.

«Quiero que seas una mujer que lea, que descubra nuevos mundos; que trabaje, y no importa si tus manos se vuelven de barro o porcelana.

«No quiero que seas una mujer de esas que lloran por las noches porque ya no pueden solas con el peso de la familia. Quiero que seas una mujer que se imponga, una mujer fuerte, pero que nunca, pero absolutamente nunca, pierdas la ternura.

«Quiero que seas una mujer que ría, que tu paso sea como un torbellino de emociones. Quiero que seas capaz de inquietarte por las desgracias del otro, que ayudes, que le des la mano al necesitado, una mujer que pueda conmover o conmoverse.

«Y no te voy a engañar. La vida no siempre será fácil. No le creas mucho a las historias de las novelas. Habrá periodos difíciles y será en esos eclipses en los que tendrás que empinarte.

«A tu favor tienes el haber nacido en un país donde podrás estudiar aunque seas pobre. Aprovecha esa oportunidad. Crece. Dame el orgullo de un día decirte: “eres mucho mejor mujer de lo que un día te pedí que fueras”».