El 16 de febrero de 1959, hace ahora 60 años, Fidel asumió la responsabilidad de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. Ese día, en el entonces Palacio Presidencial, donde tiene su sede desde hace varios lustros el Museo de la Revolución, Fidel señaló: «…no experimento en estos instantes sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he puesto en el cumplimiento de mi deber».
La fecha me trae a la mente otras historias, más pequeñas, de personas que años después y en medio del proceso revolucionario, también asumieron tareas que parecían inmensas en tiempos que de verdad eran inmensos.
En 1991, allá en mi pueblo natal, repleto de olores a guarapos y mieles de azúcar, un piquete de muchachos y muchachas renunciamos a otros proyectos individuales, para decir que sí y asumir el trabajo como cuadros de la Unión de Jóvenes Comunistas, justo cuando la cosa no pintaba nada bien y la bola de yuca se erigía en la estrella gastronómica del momento, junto a otros notables personajes como el jabón de manteca de coco, el bistec de corteza de toronjas y el aceite de corojos.
Había que decirle a la gente que resistiera, que confiara, que fueran cubanos, que era el único antídoto contra los fogones sin combustible, los apagones, los refrigeradores subutilizados y las colas para el picadillo; había que decir eso porque sabíamos que era posible conseguirlo y porque nosotros éramos los primeros en estar convencidos, a pesar de nuestras pocas libras e incluso de nuestros pocos libros.
A cada rato leo textos bastante «filosóficos» donde fustigan –sin ninguna intención de ayudar o educar– el trabajo de los cuadros del Estado o el Gobierno, incluidos los de la ujc. Gente que escribe de forma admirable, gente con la ropa bien seca desde la orilla, que realiza una crítica «maravillosa» a la escena donde otros –que lamentablemente no siempre escriben tan bien como ellos– se mojan cruzando el río crecido.
En una ocasión, también allá en mi barrio, un viejo dirigente sindical de la industria azucarera me dijo: «Tú sabes lo que pasa, compadre, que tenemos mucha gente criando tiñosas y muy pocas fabricando jaulas». El hombre se había molestado con algunos que hacían de la crítica un torneo de tiro al blanco, verdaderos francotiradores de lo cotidiano, pero bastante cortos en eso de enrolarse en soluciones que entrañaban algún sacrificio personal. Este veterano de un montón de zafras nos acompañó a múltiples actividades con jóvenes, nos dejó muchas enseñanzas y sobre todo hizo que nos apropiáramos de una especie de sentencia o dicharacho: en la pelota, los narradores nunca dan jonrones.
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Gilberto dijo:
1
27 de febrero de 2019
09:01:20
Roberto dijo:
2
28 de febrero de 2019
08:55:19
Yunaikel dijo:
3
8 de marzo de 2019
08:34:35
raul dijo:
4
8 de marzo de 2019
11:32:10
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