En el mundo de las historietas se utiliza bastante la imagen del hombre primitivo dando un mazazo a la mujer de su preferencia y cargando con ella hasta la caverna. Como se sabe, aquello es probable que nunca ocurriera, pero la tarea de enamorar debe haber sido bastante complicada mientras no apareció el lenguaje articulado, había que usar la mímica, los gestos y armar su buen «tira que jala», aunque no se llegara a la fractura de cráneo.
Más adelante, ya con algunas palabritas en el cargador, los prehistóricos seguramente mejoraron las tácticas del romanceo y junto con un buen pedazo de mamut acabado de sacrificar, lanzaron una que otra frasecita melosa para conquistar a la muchacha paleolítica.
El tiempo pasó y pasó, la humanidad se fue haciendo más civilizada y con ello se enmarañó cada vez más el sublime acto de la conquista amorosa, el galanteo se cubrió de ceremonias que exigían una superior inteligencia y algunos recursos escritos u orales, si se quería triunfar en el empeño de obtener el anhelado sí.
Aparecieron largas y apasionadas cartas; poemas bañados de lágrimas y ruegos; ramos de flores diversas y polícromas; serenatas a la luz de la luna y hasta terribles guerras entre pueblos o naciones. Se hacía y se decía de todo con tal de obtener la mano (y un poquito más) de las pretendidas.
Hasta hace unas décadas la «muela» era responsabilidad exclusiva de los varones –con sus excepciones–, la declaratoria era oral y sin tecnologías, nada de sms previo con insinuaciones o mensajitos en el chat llenos de perritos desenterrando corazones o cupidos lanzando flechitas. Tenías que darle la cara al asunto sin más recurso que unos cuantos ensayos delante del espejo o frente a algún amigo ya diestro y algo experto en esas confesiones ardorosas.
Yo recuerdo a Carlitos, al que todos conocían por «Rima Sabrosa», que era el consejero más codiciado para esos menesteres en el barrio, te daba la receta perfecta y te decía si la dama de tus sueños era conquistable a base de pocos verbos, o si tenías que recurrir a su combinación preferida de Neruda con Marco Antonio Solís y dos cucharadas de José Ángel Buesa.
En fin, que ahora con eso de la modernidad muchos tratan de ir directo al asunto en el primer asalto de la pelea, pero no siempre triunfan porque, ¿a quién no le gusta que lo (la) enamoren?
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Margarita dijo:
1
15 de febrero de 2019
16:08:00
MASM Respondió:
18 de febrero de 2019
14:41:46
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