Existen días en los que uno se levanta con el pie izquierdo. Frente al fogón, con los ojos casi dormidos, descubres que se te cortó la leche, una vez más, y con un nudo en el estómago vas a lavarte la boca y ya para completar, la mitad de la pasta cae sobre la blusa que planchaste por unos minutos.
Desde los primeros instantes comprendes que será un día largo. Sonríes de medio lado ante el espejo y cierras la puerta con resignación.
Tienes cara de quien odia a la humanidad y apenas lo disimulas, pero sabes que el resto de los mortales no tienen la culpa de nada y los tratas con el respeto y la bondad que merecen.
Por dentro sientes que sufres una especie de deslave emocional. Sacas cuenta de todo lo que quieres y no tienes. Pones en orden alfabético tus errores. Cuentas y recuentas los momentos de frustración.
Concluyes con una esquina más rota que la de la primavera de Benedetti. La tristeza se te acomoda en el pecho y te quejas mucho, pero mucho de tu infelicidad.
Piensas en lo injusta que es la vida. Repasas tus temores y se te empoza una cara de velorio que ya no puedes disfrazar.
Terminas temprano el trabajo y pasas por casa de una vieja amiga. Hace mucho rato que le debes la visita. Ella te recibe sonriente. Está tan hermosa, optimista, aferrada a su fe. Ni siquiera parece enferma.
Se sienta frente a ti y ambas comienzan a balancearse en los sillones. Habla con tanta dulzura. Cuando contó lo de su «nuevo corte de cabello», imaginaste la máquina fría surcando su cabeza, devorando cada hebra hasta dejar surcos blancos de cuero cabelludo.
La imagen te rompió. Fue un puñetazo de boxeador en el ojo izquierdo.
Ella habla sobre las ganas que tiene de ir a pasear, sobre lo rico que es salir de la casa, conversar con la gente. Ella habla del placer tan real que radica en las cosas simples, esas que nunca echamos a ver hasta que nos faltan.
Ella habla de lo profundo y tú la admiras, la admiras tanto, porque mientras te quejas por todo y por nada, ella lucha, lucha como una leona por la vida y gana, sabes que va a ganar.
Entonces ella cuenta que está muy, pero muy feliz. Ese día pudo devorar el almuerzo, hacerlo con el apetito de un trabajador portuario, y esa es para ella la verdadera felicidad.


COMENTAR
Pedro P. Jimenez dijo:
1
26 de diciembre de 2018
13:23:43
pili Respondió:
18 de enero de 2019
08:05:01
David dijo:
2
28 de diciembre de 2018
14:54:09
Claudia dijo:
3
8 de enero de 2019
11:21:07
Nadia dijo:
4
10 de enero de 2019
15:30:59
pili Respondió:
18 de enero de 2019
08:08:43
roxana figueroa dijo:
5
18 de enero de 2019
12:49:17
NPA dijo:
6
18 de enero de 2019
15:23:06
Diego dijo:
7
19 de enero de 2019
11:04:17
aimara dijo:
8
22 de enero de 2019
08:11:41
Responder comentario