ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Así se titula un hermoso libro de poemas de Fina García Marruz. Allá, en la calle Águila, en el apartamento de las Marruz, se fue nucleando el grupo fundador de Orígenes, nombre de la revista que dejó una huella significativa en la literatura cubana. Eran tiempos de soledad para los escritores y artistas. En ellos, poetas, músicos y artistas plásticos con perseverancia ejemplar siguieron haciendo obra, inspirados en una fe inquebrantable en el destino de la nación y en una devoción  martiana que mantuvo viva la memoria del Apóstol mediante la investigación y la relectura de sus textos.
Puede hacerse una historia de la cultura cubana a través del rastreo de tertulias que se enhebraron a lo largo de los siglos xix y xx desde el cauteloso reformismo de Domingo del Monte, quien inducía a sus amigos al trazado narrativo de un imaginario de país, terruño propio, aunque todavía no alcanzara la dimensión de patria. En el intercambio, las ideas crecen y rebotan. Intangible y volátil, la palabra se concreta en la obra de creación.
Un lector escribe proponiendo considerar patrimonio inmaterial las prácticas comerciales que existieron otrora en el entorno de las tiendas por departamentos de la calle Galiano. En verdad, la propuesta no se corresponde con un concepto que se remita a un trabajo creador, arraigado en la cultura popular, que atraviesa los avatares del tiempo, de las modas y de las circunstancias.
Es lo que ocurre con la rumba, el punto cubano y las parrandas, quehaceres colectivos estos últimos, dotados de tan poderosa raigambre que sobrevivieron a paréntesis de silencio y regresaron con extraordinaria pujanza. El trasiego mercantil responde a estilos de vida que se transforman por razones económicas y hasta tecnológicas. A principios de la centuria pasada, tal y como lo evoca Renée Méndez Capote en sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo, las tiendas de mayor rango se ubicaban en la calle Obispo, caracterizada entonces por el colorido de sus toldos. Más tarde, aparecieron las que ofrecían al cliente la posibilidad de recorrer sus numerosos departamentos en un contexto urbano animado por cafeterías y cines.
A principios de los 50, se manifestaron señales de cambios en las modalidades del comercio. Siguiendo la tónica internacional, algunos inversionistas empezaron a apostar por los supermercados, distribuidos en distintos territorios de la ciudad. Por otra parte, estaba emergiendo La Rampa con boutiques dirigidas a una demanda especializada en la vecindad de cines, pequeños teatros y cafeterías.
La Habana del Centro posee, en cambio, un importante patrimonio edificado que merece conservarse y restaurarse. Parte de «la ciudad de las columnas», la atraviesan avenidas protegidas por portales. La noble arquitectura ecléctica, enmascarada por el deterioro, contiene valores que enriquecen el conjunto de la capital. Existen investigaciones que demuestran las posibilidades de refuncionalizar los espacios y animar la vida cultural de la zona.
En una ciudad habitada por sucesivas generaciones de habaneros de adopción, persiste una singular memoria,  transmitida por la oralidad. Me refiero a los nombres de las calles. Indiferentes a los registrados en las placas, seguimos identificando a un Galiano desconocido, a un Belascoaín, probable comerciante instalado alguna vez en el lugar, a una Infanta del Reino de España que dejó de ser metrópoli hace mucho más de un siglo. Poco sabemos del origen y razón de ser del homenaje a los valores abstractos que salpican la trama urbana. Virtudes se llama una calle que alguna vez fue bastante pecaminosa. Se complementa con Industrias, Perseverancia, Amistad, Lealtad.
La próxima conmemoración del medio milenio de la fundación de La Habana nos convoca a la ejecución del plan director para salvaguardar el fondo edificado de la ciudad –su patrimonio tangible– y al rescate de un patrimonio inmaterial, sumergido en lo más profundo de la memoria.
Restituir la memoria es un modo de despertar el amor por la ciudad y sembrar en sus habitantes la voluntad de cuidar lo que tenemos, de poner coto a la saña depredadora de quienes atentan contra lo recién restaurado.
Digo al lector preocupado que no volverá la «esquina  del pecado» –Galiano y San Rafael–, donde los hombres se agrupaban a sopesar los cuerpos de las mujeres que transitaban por allí. Tampoco será posible rescatar la tienda El Encanto, destruida por un sabotaje en vísperas de Girón, donde perdió la vida Fe del Valle en su intento por salvar los bienes del pueblo. Tenemos, en cambio, que rescatar buenas prácticas comerciales en el trato al cliente. «Mi trabajo es usted», afirmaba una consigna olvidada, en la eficiencia y celeridad del servicio, en la eliminación de lo que llamamos púdicamente «desvíos». Se impone mejorar las condiciones del ambiente y atender con esmero la imagen de las vitrinas que animan con su colorido la vida de la calle. Toda contribución a un intercambio más distendido y armónico relaja el estrés en el quehacer cotidiano, con las consiguientes muestras de irritabilidad, de pérdida de respeto al otro, de corrosión de nuestros valores solidarios. Urbanidad, no lo olvidemos, se deriva de urbe. Es un componente indispensable de la conducta ciudadana. Limpiemos entre todos el rostro de la noble Habana del Centro. (Tomado de Juventud Rebelde)

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Francisco Rivero dijo:

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18 de diciembre de 2018

09:44:49


Gracias, Dra. Pogolotti, su texto es oportuno no solo por el hecho de la conmeoración de la ciudad. Me inquieta mucho la paleta de colores que se aplica en las fachadas de los inmuebles de la ciudad. Hay un patron existente como ajustado a las caracteristica que bien ha significado la singularida de la Habana desde tiempo pasados. He de indicar el valor inestimable de las construcciones en la Habana, me refiero las medidas de sus alturas de los edificios, que gozan en mi parecer de una escala humana adecuada y en correspondencia con toda una serie de atributos espirituales que hacen la vida mas placentera para sus ciudadanos. La Habana, ha de parecerse siempre a su esencia fundacional. En relacion a las alturas de los edificios, recuerdo una frase en la cual se decia a este respecto que la Habana es similar a las alturas de Paris. En ello hay una razon visible de un lado y del otro. Por contra bien pudiera señalar que en la capital francesa las alturas se situan generalmente en 6 pisos como maximo en promedio. ( por razones practicas desde epocas anteriores, es la de facilitar el auxilio y la intervención de los servicios de bomberos en casos de incendios o accidentes de otro tipo ). En la Habana se encuentra uno como ciudadano la belleza de apreciar el cielo en todas sus estaciones y esa luz del sol que a veces agobia, pero que es tan necesaria y vital al espiritud de todos. La Habana agradecera a los cubanos de hoy y del futuro que la cuiden como a la niña de nuestro ojos. Para amarla en la intimida de nuestra razon de ser como cubano. Ruego a San Cristobal de la Habana, patron de la capital de todos los cubanos, que nos libres de las alturas desmesudaradas de edificos, asi como de la vil copia de construciones de otras geografias, que nada tienen que ver con el encanto de la Habana. Un saludo fraterno