Eloísa Cuervo Gris era por todos conocida como «Lala Bojeo», un apodo que le endilgó Arturo, el profesor de Geografía, después de comprobar que su esposa tenía razón cuando se quejaba de que la susodicha realizaba un recorrido ultradetallado por el cuerpo de las personas que se cruzaban en su camino o con aquellas con las que conversaba.
La mujer de marras apenas miraba los ojos de sus interlocutores, quienes sufrían una especie de escalofrío sintiendo la mirada escrutadora e indiscreta que iba subiendo como un ultrasonido desde los zapatos hasta la punta del cabello. Todo quedaba recogido en su fotográfico cerebro y con entera facilidad unos meses después se cruzaba en el camino de alguna de sus bojeadas y le decía con total descaro: «Salen buenas las sandalitas amarillas, pero me gustaba más cuando te las ponías con el pitusa blanco, el de los dos broches en el bolsillo derecho».
Parece que era un mal de familia, una herencia terrible que pasaba de madres a hijos, porque su primer descendiente, Santiaguito, resultó, como su progenitora, experto en indiscreciones. Su especialidad era detectar las prendas de vestir que alguien usaba y que resultaban ser prestadas por amigos o familiares. En una ocasión durante la fiesta de fin de zafra (festejo muy esperado y concurrido en los bateyes azucareros) le sonaron tremendo garnatón por esa causa.
Resultó que actuaba un cantante local muy admirado, Rolandito «Sufrimiento», así apodado por sus canciones de profunda melancolía. Esa noche el ídolo se emocionó y tuvo un cierre casi de barítono interpretando su último éxito, Al atardecer te espero en el cañaveral; terminó sudoroso y excitado recibiendo los vítores y aplausos de la multitud, pero casi al final se escuchó la voz estridente de Santiaguito que no se pudo contener y gritó: «Apretaste, Sufrimiento, y eso que la camisa de Sebastián te queda chiquita».
Para colmo de males se sumaba al clan su tía, Remigia «Radar», que no se contenía a la hora de realizar comentarios desacertados. Tuvo un compañero de trabajo cuya esposa era la hija de un vocalista bastante célebre a nivel nacional, pero Remigia no la conocía personalmente y una desafortunada tarde coincidió en el ascensor con este amigo que subía acompañado de «otra» y, sin pensarlo mucho, la indiscreta mujer se empecinó en que la joven –hija de un simple mecánico– le consiguiera un autógrafo de su papá, el cantante.
Son personajes desagradables y carentes de ética, peligrosos a la hora de visitar enfermos terminales o ir a conocer niños recién nacidos, momentos en que protagonizan episodios de incómoda falta de discreción, soltando lo mismo un: «Ave María, Celedonio, si estás más muerto que vivo», o espetando frente a la familia del bebé acabado de llegar: «Pero qué monada y qué cómico, tiene el mismo lunar del bodeguero».
En lo cotidiano y barrial el daño suele ser de estas magnitudes ya descritas, pero en determinadas posiciones u oficios las consecuencias de esas actitudes son más graves; personas de esta naturaleza se convierten en maestros de la filtración y el chisme, en presencia de ellos no se puede hablar, ni de pelota.
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UnKnown dijo:
1
17 de octubre de 2018
12:36:55
noel Respondió:
22 de octubre de 2018
16:48:01
noel.perez dijo:
2
22 de octubre de 2018
12:22:02
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