ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Tal vez porque sintieron, porque padecieron siempre con fibra de corazón de madre –que es la forma superior de sentir y padecer–, fueron ellas,entonces, los mejores soldados entre todos.
Para inicios de septiembre de 1958, el Ejército Rebelde era exactamente eso: un ejército de centenares de hombres recios que ya tenían en repliegue a las fuerzas armadas batistianas. A pura inteligencia y coraje habían vencido la más grande ofensiva militar contra la Sierra, dos columnas llevaban hacia el oeste la guerra y en Oriente liberaban los pueblos por decenas.
Hombres muy recios, sin duda, temerarios incluso en carácter y acción, «guajiros machos» que tuvieron ocasión de demostrarse, porque casi sin descanso combatían; sin franquear, eso sí, las líneas de lo sensato y lo humano que significaba el respeto a la vida del enemigo rendido, el cuidado absoluto de la población civil, lo improbable del abuso, el ultraje y el robo.
Pero a muchos rebeldes, estrategas de alto rango, un concepto de hombría reducido a la temeridad, quitaba en sus cabezas espacio a cierta razón, al criterio avanzadísimo del Comandante en Jefe que entre el 3 y el 4 de septiembre hizo un nuevo lugar a la mujer, y sentó pautas de lo que sería su rol en la construcción de la sociedad futura.
El precedente vivo que era la Celia audaz de la guerrilla, se multiplicó de pronto en un cuerpo armado, cuando al cabo de una reunión de siete horas de argumentar y convencer, Fidel asentó el derecho femenino de pelear, no solo en labores de retaguardia, sino en la línea primera del combate, organizadas en lo que desde entonces fue el pelotón Mariana Grajales.
Bajo las órdenes de la teniente Isabel Rielo y con Teté Puebla como segunda, 13 mujeres muy jóvenes empezaron entonces a demostrar, a fuego y gallardía, que aquel era un derecho de sobras merecido.
Aunque el líder de la Revolución las hizo su guardia personal, para reafirmar su confianza en las mozuelas ante la vacilación de algunos jefes cercanos; no tardó mucho en bautizarlas con un rosario de balas. Veinticuatro días después de la creación, Las Marianas se batían ­ejemplarmente, con cierta rabia extraña, en el Combate del Cerro.
Una conversación ocasional de la hoy general de brigada Teté Puebla, reveló a este redactor las fuentes sentimentales que provocaban en ellas el arresto, coraje y temeridad desbordados en combate.
«Las causas que maduraron nuestra decisión de insistir para incorporarnos como combatientes, más allá de ser cocineras, lavanderas, costureras, enfermeras o mensajeras, fueron frutos de un sentimiento maternal de furia y rebelión ante las atrocidades que sobre el campesinado cometió la tiranía durante la ofensiva iniciada en mayo de 1958…»
Cuando Teté habló así, al lado estaba Edemis Tamayo, «La Gallega», otra mariana que no aguantó apostillar con esa fuerza que antaño oprimía el disparador: «Necesitábamos fajarnos en combate».
Al habla con ellas, puede conocerse más de los relatos que enseguida avalaron lo certero de la idea de Fidel; relatos de riesgo grande, de careo con la muerte, del rol de sus compañeras en la batalla decisiva de Guisa; o de cuando Eddy Suñol –uno de los más férreos oponentes iniciales a la integración del pelotón– se llevó a cuatro de ellas a fundar el IV Frente Simón Bolívar en tierras holguineras, y en el combate de La Presa vio cómo, al quedar aisladas, se batieron ellas solas con los guardias y los desmoralizaron; o de cuando en Los Güiros, con Suñol herido, las muchachas tomaron el mando y consiguieron la victoria.
Con tantos argumentos, desde el ejemplo de Ana Betancourt, Mariana Grajales, Isabel Rubio, hasta el de Celia, Vilma, tantas en la clandestinidad y estas mozuelas verde olivo, nadie pudo decir, después del triunfo, que la mujer no conquistó sus derechos a filo de machete y cañón de fusil.
Por lo que hicieron entonces y hacen hoy, todavía serviría a cualquier duda la respuesta contundente de Fidel al jefe guerrillero que vaciló un instante, tras la fundación de Las Marianas:
– ¿Por qué usted arma a esas mujeres con esos fusiles m-1?
–Te voy a decir por qué, ¡porque son mejores soldados que tú!

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