El retroceso experimentado en los últimos años, en relación con las normas de comportamiento cívico, es uno de los problemas más lamentables dentro de la sociedad cubana; aquí se nos presenta una paradoja dolorosa, al constatar que una población con acceso total a instituciones educativas incluye a miembros que asumen actitudes descuidadas y muchas veces indolentes a la hora de cumplir normas de urbanidad y buen comportamiento que son esenciales para reflejar educación y cultura.
Forjar hábitos es cuestión que, a mi juicio, depende de dos asuntos que se han abandonado en los últimos años: el primero, es enseñar esas buenas costumbres, y el segundo, exigir porque se cumplan, incluso con la aplicación mesurada y oportuna de las normas legales.
El comportamiento es el producto de la formación, desde edades tempranas, de modales que se inculcan en la familia y se refuerzan en la escuela, y en ambos casos el tema no anda bien, múltiples familias jóvenes heredaron esas carencias y ahora (como lo que no se sabe, no se enseña) están en franca desventaja para trasladarlas a sus hijos; en tanto, los centros educacionales no logran la eficiencia requerida en eso de llevar a la par docencia, educación formal y cívica.
¿Por qué no se insiste más en enseñar a los niños en la escuela a saludar con cortesía cada mañana? ¿Se les reprende o se les explica cuando el papel emborronado es lanzado al piso? ¿Se les relata que Antonio Maceo, a pesar de su imponente fuerza y probado valor, aborrecía las malas palabras, el desorden, la suciedad o la indisciplina en sus campamentos?
Por otra parte, ¿saben nuestros ciudadanos –a fuerza de divulgación o por ejercicio de su aplicación– cuáles son las medidas que contempla nuestro sistema penal para los que transgreden normas elementales de convivencia y muestran su torso descubierto en plena calle, o para los que sin el menor pudor eligen como baño público una esquina a plena luz del día, o para los que lanzan su lata vacía como si la ciudad fuese un enorme cesto de basura?
Sin dudas la primera batalla que debemos ganar es la de la conciencia de cada cual y su sentido de civilidad y convivencia; pero no nos llamemos a engaño, se precisa el justo medio entre convencer y sancionar, porque para enseñar a los niños de hoy hace falta el ejemplo de los que no tiren sus latas.
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Julio Cesar dijo:
1
6 de septiembre de 2018
23:18:51
Daimi dijo:
2
7 de septiembre de 2018
15:59:34
Julio Cesar dijo:
3
7 de septiembre de 2018
16:15:58
cubana dijo:
4
7 de septiembre de 2018
16:20:35
Danilo dijo:
5
8 de septiembre de 2018
11:06:08
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