Bastante molesto me hablaba un amigo, hace unos días, de la lista de entidades publicada por Granma que echaron en saco roto demandas y emplazamientos de los lectores llegados en cartas a nuestra redacción.
Más allá de los casos concretos allí expuestos, que quizá aclaren en algún momento las causas de la tardanza, u olvido, en responder inquietudes de la población, lo cierto es que subyace una cierta filosofía del «saco roto» que gana en preponderancia ante el desconcierto de los que señalan y advierten.
Máxime cuando el otro, a veces mirándonos a los ojos, hace como que oye, abre el saco y echa adentro lo recogido a sabiendas de que, en el fondo, hay un hueco.
Malabarismo reiterado que puede resultar funesto a los que defienden el accionar crítico como herramienta básica para barrer, o al menos arreglar, lo mal hecho.
Porque si bien hay quienes no se cansan y con ánimo constructivo siguen alertando acerca de dificultades e incongruencias, el funcionamiento ¿burocrático?, ¿displicente?, ¿burlador? del saco roto puede instalar en algunas mentes la creencia soporífera del esfuerzo inútil.
Nada podría convenirnos menos.
Hilo y aguja, entonces, y si es necesario en algunos casos, nada de remiendos, saco nuevo.
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vasilymp dijo:
1
20 de julio de 2018
09:29:33
Sebastián dijo:
2
20 de julio de 2018
12:59:21
Janet dijo:
3
28 de julio de 2018
09:55:36
Reynaldo dijo:
4
31 de julio de 2018
11:47:29
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