La venta de productos reenvasados tiende a entronizarse en Cuba fuera del ámbito de las instalaciones estatales.
Reenvasadas son buena parte de las galleticas dulces que se venden en las calles (por cuentapropistas e ilegales) en sobrecitos de nailon, confeccionados y cosidos en casa; a precios de 12 y 15 pesos el producto.
Un porcentaje queda, todavía, de las originales adquiridas fundamentalmente en las denominadas «cadenas» del país y luego expendidas a sobreprecio; pero una buena parte de las apreciadas hoy día en la calle no son las originales de fábrica puestas a un precio de seis pesos por el Estado: eso sí, de forma tan efímera que a veces parecen fantasmas tras el mostrador.
¿Cuál es el origen de las reenvasadas por los particulares?: o bien compran por cantidades los mismos paqueticos de seis pesos y les reducen el número de unidades, o las «ordeñan» de las bolsas grandes también vendidas de forma legal (a 120 pesos), pero con presencia tan fugaz en anaqueles estatales como las de seis pesos. O las reciben de las propias fuentes de elaboración industrial, como parte de esa cadena nutriente del mercado negro.
Reenvasado es parte del café pregonado en los portales a 15 o 20 pesos el sobre. Reenvasada es parte de la leche en polvo que puede encontrarse en los barrios a 50 pesos o más el paquete, según la provincia que fuere. Con la «pureza» de estos, como con la de otros productos, puede suceder cualquier cosa. A veces se rellena el sobre con «subproductos» inimaginables.
La práctica del reenvase focaliza su asidero en la práctica de «resolver», sin parar mientes en conceptos esenciales como higiene y perjuicios económicos.
Galleticas, café, leche, pastas largas, aceite, harina, tabacos, alcohol de las fuentes madres, pescado, carne, embutidos, ropa, materiales… no son, ni de lejos, lo único «chupado», día a día, al Estado.
Si bien siempre ha existido, con posterioridad a la crisis del periodo especial tiende a configurarse en ciertos estratos de la sociedad, de manera muy nociva, un imaginario que privilegia la mirada a la economía nacional como la «mesa sueca» a la cual es preciso sacarle cualquier tajada y no –en cambio–, como el soporte de las principales conquistas del país.
La necesidad económica suele esgrimirse cual justificación de quienes timan y malversan, pero esta afecta en sentido general y, sin embargo, los millones de cubanos que conforman la mayoría del cuerpo social no delinquen.
Estos últimos, quienes en masa debemos contribuir a desterrar de nuestro escenario a los primeros, actuamos de acuerdo con la ética y la honradez, bajo el precepto de apoyar un sistema para el bien de todos, no para el bien material de unos: algo en estrecha relación con el núcleo formativo y los valores de los individuos, más allá de las necesidades materiales.
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Julio Cesar dijo:
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20 de julio de 2018
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capitalinadeapie dijo:
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ruperto dijo:
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Rendón dijo:
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mayvis dijo:
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Panchito dijo:
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Mercedes de la Flor Morales dijo:
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alberton dijo:
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6 de agosto de 2018
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