ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Yaimí Ravelo

Ni cuando «los mandados» llenaban las múltiples casillas de la libreta de abastecimiento, los productos normados en la bodega superaron las historias ajenas, los chismes de barrio, los chistes de cola, las mañas de dependientes, los típicos percances de mostrador que uno se lleva a casa tras gastarse una tarde de compras.

En la emulación algo desleal con otros sitios como la barbería, la tintorería o el taller «consolidado», la bodega fue siempre el lugar más folclórico del reparto, y su rostro público, el bodeguero, una persona desbordada de empatía, bien llevada por generalidad, que conocía a todo el mundo no solo por el número del núcleo, sino, además, por las tantas revelaciones que el folletito de la canasta básica normada facilitaba para su dominio:

–«Di tú, Josefa diabética y ahora su hija también, con otra dieta de leche, carne y pescado. Y Marialis con otro muchacho. ¿Hasta cuándo va a parir esa niña? No será para coger otra leche, porque este mes tiene una bolsita más, pero en el otro la mediana cumple siete… Ojalá no le pase lo de Manolo, con tanto hijo y al final con problemas en la familia, porque si no, no habría hecho dos contratos de gas en la misma libreta…».  

Claro que los hay de esos muy serios, introspectivos, que hablan lo necesario o casi nada, de esos que prestan toda la atención a lo que hacen e invitan al cliente a concentrarse en el producto que quieren, en el equilibrio justo de la pesa, en el pague y váyase, que la cola espera. Pero a decir verdad, ese no es el preferido en la mayoría de nuestros barrios.

El que encaja en la imagen popular habla alto, tiene un radio detrás y hasta canta si es preciso. Entretiene con ocurrencias a la cola. Conversa incluso en el momento exacto del despacho y te fuerza a que lo mires a los ojos, distrayéndote del instante en que tira sobre el plato el bistec correspondiente a «la carne de niño» o vierte la libra de «la leche de dieta», y en el mismo segundo la recoge sin que la pesa pare de mecerse. Y tú que no miraste bien tienes la duda, porque lo escuchabas y no atendías la balanza…

Alzas el nailon aún inseguro, por la extraña habilidad del hombre para cortar el peso exacto al primer tajo del cuchillo, o verter el polvo justo de la leche en una sola paletada.

Caramba, pero siempre te resuelve cuando llegas apurado del trabajo, sin tiempo para buscar la libreta y regresar antes de cerrar, y te despacha sin el folletico la bolsita de leche para la niña, «sin problemas, viejo, tráela mañana, para anotarla, toma»; o te vendió a fin de mes un paquete de café, a los mismos cuatro pesos, cuando no tenías para colarle a los albañiles afanados en tu casa.

Y aunque sabes que faltan algunos gramos, no podrías requerirle ante la cola, y hasta dices, «gracias, socio», y escoges pensar que fue un error, por el apuro, por la presión de la cola, porque es de humano errar, incluso un mes tras otro, con la misma carne y la misma leche, tan preciadas, tan tentadoras para el hombre intentar alguna «búsqueda», quizá… Pero no, fue un error, ¿y ya?

Sin embargo, alguien detrás para de pronto la cola. Llama la atención. Pide al bodeguero, muy molesto, que le complete la libra, que no llega a 400 gramos.

–¿Cómo que no? ¿Quién dice?

–Yo. De alzarla nada más lo sé. Soy chef.

–La pesa es lo que vale. Dame acá. Mira. Una libra.

–Pero esta mía, digital, dice otra cosa (la saca de su bolso y le demuestra).

–Pues está mal. ¿Tú eres nuevo por aquí, no?

–No importa. La otra pesa en el mostrador, la de tu compañera, me dio la razón.

–Espérame en la otra pesa, vamos a ver.

Pero nunca dio la vuelta, el bodeguero, a la otra pesa. Llamó a la compañera al almacén. La requirió en un tono que oyó la cola, «porque él no tiene facultad para tocar la balanza. Toma. Pésale ahí, a ver si es verdad», dijo, sin salir más.

Después, en la vergüenza de la lección, solo atinas a preguntar: «¿Lo corrigió? La carne… ¿te la completó?». – Sí, claro, tenía que hacerlo.

Y el murmullo de opiniones desatado en la cola. Es predecible que los más aplaudían el correctivo, el ejercicio de un derecho por el vecino nuevo; pero los más pegados a la pesa, al bodeguero, se abstuvieron a los resabios en que quedó el dependiente: «Qué fresco, tocar la pesa, humm. A ver, el próximo».

Y entonces, la señora siguiente, testigo en primera fila, extiende su libreta, unas monedas y un comentario «solidario» con su bodeguero de años: «Es verdad, mijo. La gente a veces no entiende. Es que estas pesas de gramos son tan difícileeees…».

Mal peor. No obstante, a pesar del «salve», la ración de la vecina tampoco se libró de la afilada exactitud del primer corte.

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Georgina dijo:

1

30 de enero de 2018

23:52:58


Era para que hubiera pila de comentarios. Así pasa en muchas cosas, lo de la bodega se repite en todas las farmacias. Claro. Que si vas y le preguntas: "-Cra. es verdad que se roban los medicamentos?...", o, "Cro. dicen que los bodegueros no dan el peso exacto a los productos?..." Respuesta: !que clase de calumnia!!!!, !!que mala es la gente!... Por qué no dejan que la inversión extranjera se responsabilice de la higiene de las calles. Un tema.

Aliover garcia dijo:

2

31 de enero de 2018

10:21:09


sumado a todas estas cosas el inspector que llega Y en vez de revizar los pesajes. se va con el administrador con una javita y sale con el premio de su trabajo en la jaba y no paso nada.

Jose Eduardo Respondió:


13 de febrero de 2018

15:24:49

Coincido 100% con usted, entre la corrupción, las indisciplinas sociales y la indolencia de las autoridades ante estos males van a acabar con la Revolución, y el pueblo denuncia a todos los niveles y lo más duro del caso es que las autoridades piensan que este fenómeno no está poniendo en riesgo la existencia de la Revolución.¡ que pena! cuando vengan a darse cuenta ya todo estará perdido.

Azulita Sky dijo:

3

31 de enero de 2018

11:58:15


Es una crónica tan exacta y tan cuidadosamente escrita , que es digna de admirar... tal vez un sutil llamado al análisis en privado para aquellos que no quieren verse reflejados (expuestos, diría yo) en su dirio errar (delinquir, diría yo)... incluso, un perspicaz llamado de alerta para quienes no quieren ser engañados y a la postre resultan manipulados con técnicas tan "burdamente perfeccionadas". Gracias Dilbert...

Ismaelillo dijo:

4

31 de enero de 2018

12:08:34


Me parece una crítica demasiado suave la que hace el periodista, tal vez para no buscarse problemas con el bodeguero. Tengo una pesa digital y todo lo que compro lo peso antes de ponerlo a la pesa si es en el Mercado Agropecuario o cuando lo recibo en la bodega y en la carnicería. Todos roban, conozco una muy honrosa excepción en el Agromercado de 17 y K a veces su pesada es exacta. Los que me conocen no me quieren pesar la mercancía, me piden que sea yo quien la pese y me cobran por mi pesa, saben que soy incapaz de robarles ni una onza. Los consumidores no tenemos protección alguna ante estos robos, a veces ni siquiera existen pesas de comprobación y cuando las hay el responsable de ellas está sobornado por los tarimeros.

Musy dijo:

5

1 de febrero de 2018

11:33:07


Asi mismo es Dilbert, retrataste a mi bodeguero.

Ricardo dijo:

6

1 de febrero de 2018

13:58:12


Dilbert, por la foto pareces ser una persona relativamente joven, el problema de los robos en las bodegas, placitas, etc, etcccc, ha sido siempre un problema en el país y nadie se atreve a tomar medidas enérgicas en este sentido, en el propio barrio sucede, NO PUEDES ESTAR EN MALA CON EL DEPENDIENTE, recientemente se escribió sobre esto por lo que estaba pasando en un Agro, donde el metrólogo Jefe escribía una respuesta estúpida sobre una queja de pesaje, yo opiné sobre ese tema y no lo publicaron, porque traté de corruptos a la mayoría de los inspectores de la actividad, y esto es algo muy real, y no quiero adentrarme en este problemas permanente en nuestro país, solo le puedo decir que en mi bodega y placita (Reparto PDC, Holguín) roban inpunemente, un ejemplo, las libras son de 400 granmos y cuidadito con protestar.

Ismaelillo dijo:

7

2 de febrero de 2018

13:03:54


¿Dónde se pueden leer los comentarios?

Teresa dijo:

8

6 de febrero de 2018

14:05:34


Y a los míos, yo les digo que si tienen una pesa en la mano. Se acuerdan en los años 70 y 80 cómo venía el arroz, los paquetes cosidos de 5 libras, eso hacen y se acabó el robo.

TV dijo:

9

6 de febrero de 2018

17:24:50


válido el comentario, y que me dicen de las recetas prescritas por determinada cantidad de pastillas y solo te venden treinta alegando que es la norma, ¿a donde van a parar?, teniendo en cuenta que ya están justificadas con la firma y cuño del médico, ¿quien se beneficia con ese "sobrante"?

Alejandro dijo:

10

7 de febrero de 2018

10:52:53


Armado cual escudo y lanza al mismo tiempo, un todo en uno en una pequeña pesa digital de bolsillo, me dirigí a la Feria Comercial que desde hace varios años se realizan los domingos. Le pido a una dependienta de un unidad estatal, 10 libras de plátanos a razón de $1.10 por cada una, para un saldo total de $11.00, cuando le compruebo el pesaje a escaso medio metro del mostrador, veo que mi pesa marcaba una diferencia de 1½ libras, (por supuesto, de menos), a lo cual le reclamo mostrándole lo que mi pesa había marcado. Ella “comprobó” en la pesa de otro dependiente y me respondió que ella no confiaba en esas pesas digitales y que solamente me faltaban 3 onzas, a lo cual por supuesto, no estuve de acuerdo. Y no fue hasta que le dije que no se preocupara, que buscaría un inspector para que zanjara el asunto, que “accedió” a despacharme por lo cual había desembolsado, argumentándome que incluso me estaba dando de más, - no me des “de más”- le respondí, solo por lo que te pago y listo. Todo hubiera podido quedar ahí, pero no, dicha “vendedora” me tildó de muerto de hambre, frente a los demás que esperaban para hacer sus compras. Muerto de hambre, si, si lo soy, sobre todo cuando se trata de hacer valer mis derechos, cuando no permito que nadie saque de la boca de mi familia, el alimento por el cual estoy pagando y para hacerlo e trabajado, cuando para poder comprar lo que necesito para la semana tengo que utilizar el día de “descanso“ que tengo en la semana, levantándome antes de las 5:00 am. y saliendo de la Feria muchas veces pasadas las 10:00, entonces si, soy un muerto de hambre. ¿Qué calificativo le pudiera dar a esta “señora”, después de recibir de su parte el insulto, a no ser, ladrona y estafadora? Porque no lleva otro y así está registrado. ¿¡Ahora es el ladrón quien ha de ponerse bravo y reclamar cuando es cogido en pleno acto?! La guinda del pastel, por irónico que pueda parecer, la pusieron algunas de las personas que esperaban en la cola, que estuvieron en desacuerdo con mis reclamos y cual ovejas al matadero aguardaban, como si no fueran a ser estafadas igual que yo momentos antes. A ver, lo que dije anteriormente de salir a buscar un inspector es casi un eufemismo, pues nunca vas a encontrar uno disponible, amén de lo que pueda salir en medios de información y su actuar a la hora de validar reclamos. Y si lo hubiera salido a buscar un inspector u otra pesa, sin antes comprobarle a la vendedora que me estaba estafando, además de muerto de hambre, también me hubiera dicho ladrón, exponiendo que bien pude ser yo el que había sustraído la 1½ libras de las 10 que momentos antes, tan bien pesadas ella me había dado. Mientras las autoridades facultadas no tomen medidas drásticas contra estos actos, seguiremos siendo afectados y yo continuaré cargando con mi pesa a realizar las compras, aguardando además robado, insultado.

Alejandro dijo:

11

7 de febrero de 2018

10:54:54


Creo que es una fotocopia de todas y cada una de las personas en las que en su trabajo media una bascula.