No, no voy a referirme para nada a la historia del primer bolero registrado que fuera escrito en tan temprana fecha como 1885 por el cubano José «Pepe»Sánchez (Santiago de Cuba, Oriente, 16 de marzo de 1856- 3 de enero de 1918). Me voy a referir a algunas de las manifestaciones de indisciplina social que aun cuando se ha insistido muchas veces y denunciado en estas mismas páginas, continúan estando presentes en nuestra sociedad y tal parece que la población y las autoridades competentes prefieren seguir haciéndose de la vista gorda.
Andando en estos días por barrios del Cerro, Centro Habana, incluso, Plaza de la Revolución, llamó mi atención la cantidad de nuevos colectores de basura derribados en el suelo y con huecos en sus paredes a pesar de estar totalmente llenos. Se sabe que personas inescrupulosas les roban las ruedas a estos colectores, por cierto, cuya restitución significa la erogación de altas sumas de divisas al país. Sin embargo, con los que me he tropezado las han tenido intactas.
Entonces, por qué destruir sin un objetivo específico estos útiles que solo traen salud a la comunidad.
Es cierto que muchas veces estos colectores permanecen llenos, repletos, en sus lugares de origen y no son recogidos a tiempo por la entidad encargada de hacerlo, o sea Servicios Comunales, por los motivos que sean. Pero eso no nos da el derecho a destruirlos, a voltearlos de manera irresponsable provocando además de la conocida suciedad y la fetidez, la multiplicación de vectores que podría causarnos un mal peor.
Y aún sin solucionar continuamos viendo –y sufriendo– en los ómnibus de transporte urbano a personas, sobre todo jóvenes, molestando a los pasajeros con celulares y otros equipos en los cuales ponen la música a tan alto nivel que en vez de causarnos satisfacción lo que hace es irritarnos.
Consumir bebidas alcohólicas en el transporte público es otra indisciplina social que se ve cada vez con mayor frecuencia.
Algunos hasta arrojan por las ventanillas los envases vacíos, sin importarles el daño que puedan causar a quienes circulen por la vía, sin contar que ensucian la ciudad.
El que algunas de nuestras calles, o muchas de las calles secundarias no estén en buen estado, que no se recoja con tiempo la basura, que en los establecimientos públicos no haya un cesto para recoger los desechos sólidos, no justifica una conducta impropia. Al contrario, allí donde estemos debemos señalar todo lo que atente contra las buenas normas de convivencia.
Perfeccionar la sociedad en que vivimos requiere de un mayor esfuerzo de todos, especialmente en la formación de conductas adecuadas, pues el desarrollo no está solo marcado por mejoras económicas, sino también por un ambiente de respeto y civilidad.
La indiferencia ante lo mal hecho no conduce a ese camino, al contrario. Por ello no podemos cansarnos, ni los ciudadanos ni las instituciones responsables de hacer cumplir ciertas reglas y normas, no importa que haya que volver sobre el mismo tema las veces que sea necesario. Ello, como dice Calviño, vale la pena.
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Adilen dijo:
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3 de noviembre de 2017
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