Toda selección en arte por parte de especialistas que conforman un jurado lleva implícito una exclusión de lo que, se considera, debe quedar afuera.
Verdad de Perogrullo a primera vista, pero no tanto.
El gran reto de jurados otorgadores de premios radica en aplicar la justicia en unos dominios donde un alto por ciento de subjetividad impera, incluso entre profesionales de probado rango.
La historia de la literatura y el arte está llena de ejemplos de obras que fueron rechazadas, o nadie «las vio», y que más tarde subieron sin empujones ni campañas al trono de lo memorable, mientras otras, que resultaron galardonadas, se cayeron, rodaron, y todavía se les busca el rastro.
Tema largo, ejemplos múltiples y comprensión hacia aquellos que, en su momento, llenos de las mejores intenciones, «no vieron»; porque también sobran casos, por suerte, de jurados a los que se les agradece el ojo preciso para dar en el blanco, o incluso alertar a un creador de los desajustes que pudieron detectar en una obra prometedora.
El quid de lo conflictivo pudiera girar en torno a un concepto plasmado por Ortega y Gasset, hace ya unos cuantos años, cuando dijo que hay perversión dondequiera que haya subversión de lo que vale menos contra lo que vale más.
Es ahí donde los que deciden y juzgan, sin mantener el parámetro de la ética, o llevados por conceptos que poco tienen que ver con los méritos de una obra, se la juegan, porque mañana, lo que hoy no se reconoce en su valía, o se exalta sin haber motivos para ello, puede ser visto y calificado por otros.
Peliaguda responsabilidad entonces para los que escogen y premian.
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Revenge dijo:
1
21 de junio de 2017
05:58:31
maguero dijo:
2
26 de junio de 2017
10:02:47
maguero dijo:
3
26 de junio de 2017
10:22:53
rmontoto dijo:
4
26 de junio de 2017
11:33:56
maría dijo:
5
26 de junio de 2017
12:31:37
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