ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

–A ver, ¿qué libro quieres?, me pregunta.

Le digo que me recomiende algo.

En el muro del frente de la tienda El origen de las especies, de Darwin; un par de colecciones de las crónicas de H. Zumbado; Electrodinámica y propagación de ondas de radio

Libros amarillentos, escrupulosamente organizados. Algunos tienen remiendos con tape.

–Mira este –me dice.

La cantidad hechizada. Obras completas.

–¿Lezama?

–¡Ese es un caballo!

–¿Lo has leído?

–Claro. Yo tengo 30 años de experiencia.

Es un hombre delgado con camisa y gorra de pelotero. Gaguea. Dice que se llama Alberto. Que empezó a vender libros a los 24 años.

–Mira a ver este –dice. Me enseña un tomo con tapa rosada–. Aquí están los mejores poetas: Pavese, la Loynaz, Mistral, que es premio Nobel de Literatura… Mira, yo te lo dejo en 30 pesos.

Hojeo el libro mientras alguien llega y pregunta por libros de cocina. Alberto dice que no tiene ahora, que a lo mejor la semana que viene. El hombre de los libros de cocina le dice gracias, mira algunos libros. Se va.

–¿Tú te has leído todo esto? –pregunto, y pongo el poemario en cualquier lugar del muro.

Él va a ponerlo con los poemarios.

–Yo tengo que leerme todo esto –me dice–. Si no, no puedo explicarte.

–¿Qué es lo que más se vende?

–Medicina. Y estos de electrónica, que son… ¡ya tú sabes!

–¿Te los lees?

–No los entiendo mucho. Yo no soy médico ni soy ingeniero. Me los leo porque me gusta, ¿entiendes?

Alberto estudió cultura física. Tenía un montón de libros acumulados y una casa pequeña. Y seguía gastando su dinero en libros que no tenía dónde poner, así que los vendió.

–Yo tengo mi patente y voy vendiendo aquí y donde quiera. Por todo Santiago de Cuba. Ahora los libros se los compro a otros libreros. Y a las personas que van a mi casa, que no los quieren. Y después los leo, y los vendo.

«Hay veces que no vendo ninguno y hay veces que vendo diez, 20. Porque esto no es comida. La comida sí hay que comprársela. Y hay gente que me dice: Compay, no tengo dinero, guárdame eso ahí hasta mañana. Y yo se los guardo, o se los regalo».
Hojeo el libro. Poesía de amor en lengua española. Lo tengo. Y el de Darwin. Y los de H. Zumbado.

–Mira –dice–, este es de las visitas de Fidel a Chile. Aquí es donde querían hacerle un atentado con una cámara fotográfica… Fidel estaba dando un discurso. Querían dispararle desde un edificio con la cámara aquella, pero no pasó nada… ¿Qué iba a pasar? Fidel era el mejor. Un caballo. El hombre grande del siglo.

Y en el muro del frente de la tienda Lo real, de Belén Gopegui; El discurso del método, de Descartes; Trazado, de Lisandro Otero…

–Mira. Todo está aquí. Todo está aquí, ¿no ves?

–¿Y cómo está la lectura en Santiago?

–Buenísima, buenísima… Hay gente que no lee porque la ignorancia mata a los pueblos. Pero la gente tiene que saber la historia de las civilizaciones. Sabérsela completa, no fragmentos.

El de Lezama cuesta 20 pesos. Es una colección de ensayos suyos sobre artes plásticas, literatura…

–Lo que es una amenaza pa’l negocio es eso de los libros digitales. Pero yo no dejo de vender. Yo creo que a la gente todavía le gusta tener su biblioteca de papel.

Le doy los 20 pesos. Guardo el libro. Le doy las gracias y me voy pensando en que han sido 20 pesos bien gastados. En que, después que lea sus ensayos, si Lezama no cabe en el estante, cualquiera da 20 pesos por él.

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May dijo:

1

14 de junio de 2017

13:23:27


Muy buen artículo, si algún día cambio de profesión me dedicaría a vender libros, me gusta mucho la lectura tengo muchos libros impresos y digitales. muy buen artículo.

Mady Laura dijo:

2

19 de junio de 2017

10:20:14


Es incrible lo que podemos encontrar en estas librerias "improvisadas" muchos de mis libros los he adquirido en ellas, pero hace rato que no me encuentro con ninguna en mi ciudad, ¿Tendré que empezar a vender los mios?