Vísteme despacio que tengo prisa. La premura es daga clavada en el centro de la calidad. Si en la vida cualquier obra material requiere de un tiempo imprescindible para su ejecución, la meta ha de alcanzarse sin apresuramiento.
El corre-corre es la puerta abierta a la chapucería. Ponga usted a prueba sus habilidades de albañil para saldar una cuenta casera. Éntrele con sus conocimientos y mañas propias de constructor (si trabajó en una microbrigada le irá mejor) y dispóngase a derribar la meseta de la cocina para volver a fundirla y vestirla de azulejos.
Si tumbar lo viejo, encofrar, fundir, aguardar porque la mezcla fragüe para finalmente revestir la superficie lo había pensado como trabajo para cinco o seis días, tratar de vencer la tarea en cuatro jornadas pondrá su proyecto en una cuerda floja con grandes posibilidades de atracar en infeliz puerto.
Precisamente la construcción es uno de los sectores en los que hemos afrontado mayores dificultades en el país al desatarse un diálogo de sordos entre los compromisos establecidos para la entrega de las obras y su realización con respeto a la calidad.
Es digno de encomio entregar —a manera de homenaje— obras de interés económico y social en fechas cercanas o en el día exacto de una efeméride, pero en oportunidades esas inauguraciones son transferidas, porque no han estado listas para el día fijado o, en el peor de los casos, una vez cumplida la meta a toda costa y costo, resalta el descuido al perfilar los detalles de su terminación. ¿Es esta una buena manera de rendir homenaje?
En las condiciones de nuestro país puede planificarse desde una mesa el final de cierta edificación en un determinado tiempo; sin embargo, concebido el derrotero atendiendo a su complejidad, no es ajeno que surjan imprevistos como que no estén todos los materiales a pie de obra o cualquier otro imponderable que eche por tierra la conclusión según dicta el compromiso.
Para cuajar una edificación en el plazo acordado, amén de haber elaborado el organigrama para una fecha realista, resulta preciso contar con los materiales a pie de obra —tener todos desde el principio sería lo ideal, aunque es poco factible en nuestro entorno— porque en su defecto, solo la efectiva coordinación asegurará que esos elementos primordiales lleguen a la obra escalonadamente según el plan.
Un botón de muestra. Siguiéndole el rumbo a la terminación de un tabloncillo deportivo comprobé que la realidad se confabuló con la tardanza y complicó la supuesta fecha de cumplimiento de ese objeto de obra. Parecía que lo más difícil sería hallar la madera dura para armar la estructura del tablado, sin embargo, apareció. Pero fueron los miles de clavos especiales necesitados para fijar los largueros sobre el bastidor del mencionado escenario los que tardaron en llegar, detalle que provocó la extensión, unos días más, de ese paso, por fortuna dado con aplomo sin perjudicar la calidad de la entrega.
Si hubiera mediado una velocidad impuesta para recuperar el atraso en aras de no faltar al compromiso, la terminación tal vez hubiera sido otra muy distinta, alejada del proceder cuidadoso para que la superficie del terreno luciera nivelada y bien pulida antes de recibir su pintura. El ejemplo ilustra cómo un movimiento acertado, en el momento preciso, tiene fuertes implicaciones en lo cualitativo.
Cuentan que mucho tiempo atrás Augusto, el emperador romano, les exigía a sus ayudantes «apresúrate lentamente», frase que más tarde un historiador de esa época explicitó, tal pareciera que pensando en nosotros: «caminad lentamente si queréis llegar más pronto a un trabajo bien hecho».
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Joan dijo:
1
31 de marzo de 2017
15:05:12
ELP dijo:
2
31 de marzo de 2017
16:11:57
cubana dijo:
3
31 de marzo de 2017
16:57:46
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