Si hay algo que siempre ha distinguido al cubano es esa manera de ser en la que sobresalen la solidaridad, la alegría que se manifiesta con una sonrisa a flor de labios y su disposición de ver el lado positivo de lo cotidiano, aunque en ocasiones sea complicado.
Quienes han observado su forma de conducirse coinciden en que se caracteriza por gesticular cuando habla, a veces con un uso excesivo de las manos, o hasta de hombros, y el cuerpo en general.
También cuenta con ese gracejo de ser oportuno al manifestar uno que otro refrán para calificar algún hecho y encontrar el chiste ideal cuando un momento se torna tenso.
Todo eso resulta válido y diría mucho más, representa algo digno de reconocer. Los que no clasifican como positivos y tienen un efecto alarmante son esos altavoces con los que vociferan muchos individuos de igual forma en una conversación, que en el centro de trabajo o de estudios y en la calle.
A diario sufrimos la gritería, la falta de privacidad con la cual muchos sujetos cuentan de igual forma a voces lo que vino a la bodega, que la relación con su pareja o lo que le indicó su jefe.
Si vas en un ómnibus te hacen partícipe de sus historias, aunque no quieras oírlas, no hay límites en narrar lo más insospechado y algunos pienso que hasta sienten un goce interno cuando alardean del dinero ganado en un «bisne» o negocio oscuro, o al decir desprejuiciadamente sus conquistas amorosas.
En Cuba, donde la convivencia en barriadas o urbanizaciones no dan mucho margen para la privacidad, porque edificios y viviendas están separadas por estrecho margen, ser oyente pasivo de improperios vertidos por esos seres escandalosos, representa un castigo que sufrimos muchos.
Vamos a abogar todos porque se restituyan las buenas maneras, la delicadeza y la cortesía en las relaciones interpersonales, porque el cubano en cualquier lugar que esté, dentro o fuera de la Isla, no sea calificado como el escandaloso, el que raya en la vulgaridad por su lenguaje gestual, por el vocabulario soez hasta para referirse a algo bueno.
Soy de las que llamo a la reflexión a esos que gritan al hablar, bien sea en mi cuadra, o en el lugar donde estoy, y créanme que hasta ahora he logrado que hagan mutis, tal vez porque se sorprenden de que existen formas civilizadas y moderadas de dirigirse a los demás, sin ofender pero siendo firme en la reclamación de tener una actitud educada. (ACN)
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Sirimba dijo:
1
10 de marzo de 2017
11:31:44
RAULITO dijo:
2
10 de marzo de 2017
13:49:10
Paulina Hernàndez Mezonet dijo:
3
11 de marzo de 2017
16:08:19
Roquin dijo:
4
13 de marzo de 2017
18:53:59
Joan dijo:
5
14 de marzo de 2017
08:37:26
ELP Respondió:
23 de marzo de 2017
09:48:42
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