ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Como todo el que se enfrenta a la página en blanco, también pararse delante de un público nos hace presa de ciertos temores, a veces incontrolables. Un frío que congela el estómago o moja las manos puede apoderarse del que sabe que en pocos minutos hará uso de la palabra, bien porque le toca, o porque decidido ya a no callar lo que ha rumiado, lo echará fuera donde los presentes lo estén escuchando.

La vida cotidiana tiene mucho de estas experiencias, reiteradas a fuerza de estar integrados a organizaciones, proyectos laborales o de superación, sin contar el escenario escolar al que todo cubano tiene acceso y en el que son naturales incontables exposiciones.

La existencia de espacios donde hay que hablar en púbico es por tanto parte de la vida, y puesto que todo lo que está destinado a los demás debe ser cuidadosamente examinado, oportuna sería la revisión del modo en que nos dirigimos a otros cuando el orden previo avisa y somos conscientes de que tendremos que hacerlo.

Los contenidos que integran la oratoria aceptan que el discurso puede hacerse oral o escrito, por lo que la previa redacción de lo que otros habrán de escuchar puede, válidamente, elaborarse. Para eso, incluso, hay pasos, formas establecidas y recomendaciones, sobre todo, cuando se trata de un mensaje que busca enardecer los ánimos. Para los entendidos, estructuras y entradas  pueden escogerse ajustándose al gusto y estilo del orador, que gana mañas en el arte de hilvanar las ideas fundamentales que deberá compartir.

Hasta aquí todo parece estar en regla, porque licencias y estudios así lo acreditan, incluso, hasta los más grandes oradores, según la ocasión, escogen el modo en que pronunciarán su discurso, o conferencia, o palabras más sencillas, teniendo en cuenta el tema que tratarán, la solemnidad del asunto o la informalidad que no por carecer de almidonados modos se puede dejar de comunicar a los demás.

Sucede lastimosamente que del discurso escrito, y por ende leído, se abusa hasta llegar a doler, sin que quienes lo ejecutan se detengan lo necesario para pensar si pudo hacerse de otro modo, dando riendas a la imaginación, a la gracia de la expresión oral, las dotes de la voz, la habilidad para el convencimiento, o el carisma.

Pensando poco en esta utilidad, mayorías determinan escribir sus palabras, decisión a veces bien justificada, pero otras ¡y muchas! sin excusa alguna, que terminan haciendo que el público se pregunte: «¿pero esto no lo pudo decir sin leer?», o «¿pero acaso no se supone que esto lo domine a la perfección?». Sin contar que incluso la lectura hasta puede carecer de la calidad necesaria.

Para los que sufren de miedo escénico, incluso con mucho dominio del tema o teniendo que hablar de algo muy simple, sin grandes explicaciones, y creen que no les saldrá la voz, existen mecanismos que ayudan a paliar estas incómodas emociones que es preciso vencer no solo para ganar prestigio frente a la masa –sobre todo si somos dirigentes–, sino también para ganar confianza en sí mismos. Recordemos aquello de que el hombre se posee en la medida que posee su lengua, tantas veces citado, pero no siempre bien aprendido.  

Para controlar las emociones cuando hay que expresarse oralmente sobran mecanismos. Existe el llamado plan de la intervención en el que un estudio previo, al que no siempre se apela, permite hacer apuntes o guías a base de palabras clave que pueden ser consultadas mientras se habla en público y no ensombrecen en modo alguno la arenga.

También puede alternarse la oralidad con la lectura, un ejercicio eficaz para ayudar a que las palabras se expandan espontáneamente como surtidores de ideas que al final nadie –se supone– domina mejor que quien trata de explicarlas.

Pero lo que sí no debe pasar es desvirtuar la alocución oral solo por el  temor a no lograrlo. Es preciso ponerse metas y esta no ha de desdeñarse cuando se quiere ser comprendido, cuando queremos y necesitamos convencer.

No requiere la palabra hablada la perfección de la escrita (lo que no la exonera de barbarismos). Pero el lenguaje oral nos da ciertos permisos, propios de quien improvisa y escoge dentro de ese enorme saco donde está el pensamiento, aquello que debe materializar y convertir en el texto hablado.

Es imperioso comprenderlo y asumirlo. Juzguemos por nosotros mismos cuando en nuestra condición de público disfrutamos como se posa en nuestros ojos la palabra del que habla y busca en nuestros gestos la aprobación o la complicidad; y cómo pierde el que lee, al lado de los otros que usaron la forma natural de la palabra.

Cuando se nos habla, el influjo es mayor, la implicación del que escucha es mucho más efectiva y el orador puede llevarse, al concluir, la idea de lo que provocó en sus receptores. Un auditorio implicado habla también desde su silencio y en su mirada concentrada  o en su falta de atención hay muchas de las respuestas que no deben serles indiferentes a quienes se les para delante.

De sobra es sabido que existen aptitudes natas, dones con los que somos favorecidos, que no todos tenemos idénticas condiciones, pero también están las actitudes, que implican crecimientos, vencer lo que nos asusta, pararnos sobre el no puedo.

Cierto es que, al decir del poeta Pedro Salinas, hay muchos inválidos del habla, cojos, mancos, tullidos de la expresión, pero muchas veces las manquedades tienen por causa la falta de voluntad y la pereza, en la que poco se piensa pero que pesa bastante cuando un grupo nos escucha. Quienes lo hacen perdonarán primero alguna natural incoherencia antes que una lectura, mecánica y helada, cuya necesaria repercusión no irá más lejos que  ese punto que pone fin a la lectura.

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OrlandoB dijo:

1

24 de febrero de 2017

06:32:42


Estimada Madeleine, su escritura sobre el cultivo del orador es una muestra mas de su sapiencia en el lenguaje. Para mi es un excelente consejo de como debe trasmitirse un mensaje a un colectivo de persona. Hay personas que desde temprana edad desarrollan la comunicacion oral, pero no todos se percatan de esa arma de la comunicacion con los argumentos que usted brinda. Gracias por su clase de comunicacion verbal. Ese tema se imparte en muchos paises como un tema de presentacion oral en cursos de postgrados. Es una buena ayuda para aquellos que descuidaron el tema desde la temprana edad, la primaria.

Gabriel Quesada Reyes dijo:

2

24 de febrero de 2017

09:26:18


Madeleine su escrito es maravilloso, una prueba está representada en los matutinos obreros, donde se va leer todo lo que se va a comentar. ¡ Qué diferencia cuando el discurso es de forma oral!. Es cierto que no todos tienen la facilidad de expresarse delante de un público sin utilizar un escrito, es estupendo ver como hablan en Telesur, los oradores en las asambleas o en los públicos ¿Cómo lo logran? Esos jóvenes, practicándolo desde la primaria o es que están obligados a dominar el discurso oral por la competencia a que se ven sometido en esas sociedades. Cuba ha tenido grandes oradores naturales sin formación académica, lo pude apreciar cuando era niño en los campos, porque soy de origen campesino y los líderes hablaban sin papel delante de un numeroso público. Mi padre lo hacía y sólo pudo estudiar hasta tercer grado.

jalberto dijo:

3

24 de febrero de 2017

10:11:51


Interesante e instructivo texto, felicitaciones. No cabe duda que hay personas mejor dotadas que otras para establecer una efectiva comunicación, quizás la mejor referencia sea Fidel con esa capacidad que tenía de encantar y convencer al auditorio, aún en las peores circunstancia del país. A veces escucho a personas allegadas hablar elogiosamente de la forma de expresarse una persona anónima en la calle entrevistada por una tele emisora en un país extranjero y oír expresarse con pesar por la pobreza del lenguaje de nuestros compatriotas en iguales circunstancias, aunque sé que puede intervenir la casualidad o la intencionalidad en la selección o la edición de la entrevista, en otras palabras, la profesionalidad del comunicador. Lo cierto es que estamos mejor instruido, pero peor preparado para salir al ruedo. En la escena cubana actual se siente la ausencia de grandes oradores, con muy honrosas excepciones. Creo que todo comienza en la casa, la escuela o en el centro laboral. Para ganar esta batalla, cuando se definen adecuadamente los roles, y las decisiones tienen carácter público en las acciones que lo requieren, en el esfuerzo del ciudadano para dar razones que puedan ser tomadas en cuenta para una adecuada decisión en un tópico importante para el colectivo y evitar que el voluntarismo, con su ordeno y mando, sesgue la creatividad individual y las habilidades oratoria que se adquieren, como efecto colateral, en el pleno ejercicio democrático de la gente a lo largo de la vida.

Alfredo dijo:

4

24 de febrero de 2017

19:20:05


Muy interesante su artículo, el que recomiendo leer, y también estudiar, a muchos que se creen "eruditos" y muchas veces hacen el ridículo en público, sobre todo en nuestros medios televisivos. Duele ver y oír a comunicadores, reporteros y corresponsales que escriben y hablan para leerse y escucharse ellos, pues el vocabulario, la entonación y el contenido que usan dejan un sabor amargo al que los escucha, si es que termina de oírlos. Vocabulario escaso, palabras inventadas, muchas de ellas barbarismos, entonación extraña y un contenido muchas veces superfluo que dan ganas de cambiar de canal. García Márquez dijo muy sabiamente que el escribía para sus lectores, pues si lo hacía para él, no tenía razón publicar un libro. Una lección para muchos a los que usted se refiere tan atinadamente. Pusiera como ejemplo de lo que he dicho los desbalances que se aprecian en la televisión. Hay un grupo de locutores, conductores de programas y reporteros, que sobresalen a ojos vista. En esos sitúo a los locutores de los noticieros, Cristina Escobar, Boris Fuentes, Oliver Zamora, Julio Acanda, Rosalía Arnáez y algunos más, que están muy por delante de otros que parece no tienen mucho interés en su imagen como comunicador. Esos de los que hablo son graduados universitarios y me pregunto cómo pudieron llegar a graduarse con esas insuficiencias evidentes en su formación y, sobre todo, autopreparación. Hay dos frases célebres muy a tono con el tema. Groucho Marx dijo: "Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas". Y Benjamín Franklin: "Es contrario a las buenas costumbres hacer callar a un necio, pero es una crueldad dejarlo seguir hablando". Reitero mi admiración por usted y sus artículos.

Patricia Alvaré dijo:

5

25 de febrero de 2017

11:52:46


Excelente artículo! Felicidades!

amanece dijo:

6

27 de febrero de 2017

10:22:22


excelente artículo, gracias

Daniel Noa dijo:

7

27 de febrero de 2017

10:25:15


Felicitaciones a Madeleine...y a GRANMA...pero esto que plasmado así pareciera un criterio personalísimo de la autora debiera llevar una intencionalidad determinante, tratándose del órgano oficial del Partido...pues resulta penoso escuchar y ver muchos discursos que por carecer de todos y cada uno de los ¨detallitos¨ apuntados por Madeleine, al final no resultan agradables ni convencen ni logran estimular y sumar. La Historia de Cuba recoge muchísimos líderes de distinto nivel que brillaron por la elocuencia de su oratoria,,,difíciles de igualar o superar pero sí paradigmas a seguir en pro de la eficacia de los mensajes a trasmitir...sea en un matutino de un centro de trabajo, en actos públicos a cualquier nivel y aún en el lenguaje coloquial. La oratoria debe ser una asignatura obligada en el currículo de más de una profesión..Hay cosas que nacen naturalmente pero esa habilidad puede cultivarse ¨in vitro¨también...

Idalmis Medina Vazquez dijo:

8

27 de febrero de 2017

13:02:10


Me agrada mucho el articulo de Madelaine acerca del buen hablar, tanto en público como individualmente; concidero que es necesario revisar antes del acontecimiento a celebrar cual es la persona incluso el cuadro que va a hacer uso de la palabra, pues se estan cometiendo muchos errores a la hora de discursar,soy del criterio de que dos cosas son fundamentales a la hora de una celebracion pública, que son el orden del dia y quien habla, cómo se expresa esa persona, su dicción hay quien piensa que el pueblo no se percata de estos graves errores que están ocurriendo y con que facilidad los justificamos. Hay que retomar esto de las manos y todo aquel que se sienta responsable ante el cumplimiento de una tarea que implique dirigirse al pueblo mediante la palabra. Si realmente estamos exigiendo tanto a nuestros jóvenes, adolescentes y niños, para el buen decir y una correcta ortografía sin excluir la rigurocidad con las pruebas de ingreso ¿ porque no capacitar a los cuadros, funcionarios y reservas en cuanto al buen hablar asimismo a los trabajadores? digo más,esto denota el no hábito de lectura en primer lugar, y en segundo sin intención maligna sino constructiva, falta de educacion formal generalizada. Gracias

mabelle dijo:

9

27 de febrero de 2017

15:24:54


Muy bueno, excelente!!!!!, gracias

Dornes dijo:

10

27 de febrero de 2017

23:41:20


Tuve excelentes profesores que disertaban de un tema con una maestría tal que te dejaban perplejo, recuerdo a Danny profesora de Filosofía en la Facultad de Ciencias Medicas de Ciego de Avila y la profesora Gina de la misma materia, por dios que profesoras ellas, que excelente y cuidada expresión oral.

Rigoberto Taboada Rodríguez dijo:

11

28 de febrero de 2017

19:41:48


Me satisface que hayas tratado este tema, el cual forma parte de la cultura integral de cada ciudadano. Cuba ha dado muchos brillantes oradores, unos de amplia base cultural y otros, que sin poseer una formación intelectual parece ser que la naturaleza los dotó del arte de la retórica. Baste recordar los apuntes historiográficos que relatan la maestría comunicativa de José Martí con verbo fluido e incisivo, cautivador de los grandes y pequeños auditorios. Muchos patricios de las guerras independentistas gozaban de un alto prestigio por la soltura, claridad y desenfado de sus piezas oratorias improvisadas, capaces de conmover a cualquiera. Céspedes, Agramonte, Juan Gualberto Gómez y otros tantos legaron mucho a la oratoria cubana. Durante la denominada etapa neocolonial fueron vibrantes los discursos de muchos de los representantes a las Asambleas Constituyentes de 1901 y 1940, en la primera, oponiéndose a la Enmienda Platt y en la segunda defendiendo los derechos del pueblo, tal como fueron los discursos de Salvador García Agüero (considerado todo un maestro de la oratoria)y Blas Roca Calderío, entre otros, o defendiendo los intereses de la burguesía como lo hizo el señor Ferrara. Imposible soslayar la oratoria de Eduardo Chivás en la cruzada moralista de “vergüenza contra dinero” del Partido Ortodoxo. En la contemporaneidad resulta difícil encontrar a alguien que haya descollado más que Fidel Castro, no solo por la profusión, sino por la diversidad de temas, extensión de tiempo de cada pieza y variedad de los auditorios en que fueron expuestas. Hoy tenemos la suerte de tener entre nosotros un intelectual orgánico, en el cual la acción va unida a la palabra. Su oratoria llena de imágenes, anécdotas y de una coherencia extraordinaria hacen de Eusebio Leal Spengler un genuino maestro del buen decir. Sus intervenciones cautivan a cualquier público y llega su mensaje siempre al corazón de quien lo escucha. Te felicito por alzar nuevamente la antorcha pedagógica, para reencontrar el camino necesario que posibilite comprender lo importante que resulta la comunicación oral diáfana, sentida, calurosa, amable, persuasiva y convincente. Hoy que la lucha ideológica se recrudece, se impone un discurso superior al de barricada, se necesitan discursos vehementes, inteligentes y convincentes, que logren sumar y multiplicar. Por algo nuestro Martí sentenció…”Conmover es moralizar”

El Willy dijo:

12

22 de agosto de 2018

13:26:48


Felicidades Madeleine, su artículo es muy interesante. Gracias.

Miguel Angel. dijo:

13

30 de enero de 2025

07:37:45


pautas para exponer las ideas a la hora de exponer.