ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Javier suma 65 años de una vida dedicada al trabajo fuerte, entre madera, arena, cemento y los secretos del constructor.

Sus manos también son fuertes, presionan como tenaza cuando te extiende la diestra en afectuoso saludo.

Javier es un guajiro curtido a golpe de faena. Llegó a la ciudad hace muchos años, casi analfabeto entonces; hoy se le nota apegado a leer sobre todo las noticias deportivas, defensor furibundo del equipo de Villa Clara en la pelota, dado a la discusión sin parapetos, desde su aire bonachón y campechano.

Su familia es amplia, cuajada de hijos y nietos que llenan la casa los fines de semana para departir y en la mayoría de las ocasiones abundar sobre el tema del momento puesto sobre la mesa. Javier no ha perdido ese hábito de facilitar la casi obligada convergencia dominical de todos, porque «el día que perdamos esa costumbre estaremos dejando de ser una familia», dice reafirmando el compromiso.

El origen humilde de este guajiro «aplatanado» le hizo traer cosido a los hábitos de albañil los recuerdos más íntimos, cuidados con el celo de quien no quisiera nunca perder la joya preciada, la razón de su existir. «Yo no olvido, y cuando pienso en las enseñanzas de mi abuela, les digo a los más jóvenes de la familia que, a pesar de haber disfrutado de ella por unos pocos años, el 15 de marzo de 1962, el día de su muerte, me comprometí a llevarla siempre conmigo».

A veces Javier confunde el nombre de uno de sus hijos con el de algún nieto, incluso, ese lance de inseguridad le causa risa y hasta le provoca una jarana que distiende el ambiente. Eso suele pasar, pero cada vez que toma la palabra y empina el índice de su mano derecha para darle crédito a una de sus anécdotas, siembra la impronta de hombre que renace día a día del seno familiar.

«Los abuelos son sabios, aunque en ocasiones, cuando era joven, pretendí ignorarlos porque creía que no tenía nada que aprender de los mayores», es su autocrítica acompañante, como para expiar aquellos desacatos. Ahora, cuando este Javier también ha entrado en el derrotero de los abuelos, lleva a su justo sitio la validez de las enseñanzas de los más curtidos y, sin disimularlo, si uno de sus nietos obvia sus consejos, le vienen al presente las pasadas actitudes irreverentes que hoy censura.

El abuelo Javier tiene un carácter indomable. Todavía no ha nacido quien intente hablarle del retiro a este hombre de seis décadas y media. Es verdad que si se enfrasca en levantar una pared, en un santiamén crecen y crecen las hileras de bloques hasta coronar sus intenciones de demostrar que —aún a los 65—  tiene energía y salud para seguir siendo la voz de la experiencia en el hogar, el horcón del núcleo y ejemplo para los que vienen detrás.

No es solo el ánimo físico el que resguarda ese afán de man­­tenerse activo, clarividente, necesario en su entorno, es también el empeño por no dejar de ser el guía, aunque sus descendientes no cesan en señalarle que ya ha trabajado bastante y muy duro. A veces, para tirar a chanza tanta insistencia, refuta así: «Tranquilos, que no me moriré la víspera».

No ha existido catarro ni dolor de cintura que le haya cercenado su compromiso con el trabajo… «Esa es mi bendición», asegura, porque en la mañana en que no sale con sus aperos de albañil es como si le faltara la respiración. Su paso del campo a la ciudad, lejos de borrarle la imagen de gente noble, familiar, le profundizó esas cualidades, porque como él dice: «Soy un guajiro aplatana’o que no olvida sus raíces».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

victor ramos dijo:

1

19 de noviembre de 2016

13:40:01


ay qué bonito niacianciano, usted y yo también nos esforzamos trabajando, achacosos y queriendo a los nietos.

luis dijo:

2

24 de noviembre de 2016

10:37:19


de la forma en que habla este constructor parece un intelectual.en casos como estos el periodico deb exigir que se ponga nombre y apellido , y lugar donde vive, para que sea credible la historia, de lo contrario puede pensarse que es un relato de ficcion o el invento de alguien que anda en carro y tiene dolares,de verdad que parece un constructor japones