El camino a lo largo de la vida de los seres humanos es la suma de un recorrido de experiencias, con variadas formas y extensiones. Todos somos libres de escoger una manera diferente de enfrentarnos a las mañanas, de mantener el rumbo —de encontrarlo cuando se cree perdido—, de sembrar y cosechar.
Tales pensamientos se agolparon días atrás cuando viajé a las raíces familiares maternas, en la comunidad de la granja de Centeno, en el municipio holguinero de Moa, a la celebración del cumpleaños 100 de mi abuela Noelia.
Allí, en una fiesta campesina, con ajiaco, carne de cerdo, ron, lluvia, fango, y también con la alegría contagiosa de la casi totalidad de sus siete hijos, 23 nietos, 33 bisnietos y seis tataranietos, Noelia recogió, una vez más, lo mejor de lo sembrado durante 100 noviembres: el amor y la unión familiar.
Cuando no se escatiman esfuerzos ni tiempo para el bienestar de los suyos, llámese familia o amigos —porque hay parientes que son nuestros mejores amigos y amigos a los que llamamos hermanos—, cuando lo que importa es la presencia y no la distancia, cuando se inculcan los valores esenciales para hacer de los pequeños mejores personas adultas, andamos por el buen camino.
En tiempos en que tanto se habla del envejecimiento poblacional y de la necesidad de la atención adecuada a nuestros ancianos, debemos reflexionar acerca de cómo el comportamiento que tengamos hoy con quienes nos rodean será el reflejo en el espejo del mañana.
Los buenos modales, el respeto, la honradez, la sinceridad… son imprescindibles en la educación de los niños y jóvenes. Desarrollarlos en ellos es una labor de la familia. Lo que seamos capaces de ofrecerles durante toda la vida será lo que nos retribuyan cuando deban asumir nuestros roles. Todo se repite. La rutina del día a día es cíclica.
Y eso Noelia lo comprendió desde temprano. Un matrimonio de 50 largos años le deparó siete hijos a los cuales su origen humilde no impidió transmitir lo mejor de sus experiencias, con palabras y acciones, nunca con violencia.
Ahora, feliz, sentada en su dormitorio, con un enorme cuadro de Fidel y Raúl de un lado y parte de la familia del otro, Mamá —como la llaman cariñosamente sus descendientes— regala besos y sonrisas a quienes pasan a saludarla en su cumpleaños 100.
¿Cómo logró llegar hasta los 100 con buena salud? ¿Qué hizo para mantener la mente tan clara?, le preguntan muchos. Y ella, pensativa primero, pero sonriente después, responde con sencillez: comiendo poquito.
Todas las familias necesitan una persona como Noelia. Alguien que se preocupa por todos. Que va a nuestro lado, desde lejos o de cerca, impregnándonos su aroma bondadoso. Que con una mirada —entre severa y tierna— «nos entra en cintura» cuando lo necesitamos. A Mamá, y a todas las personas en el mundo que, como ella, resultan imprescindibles en los hogares, gracias.
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María Elena Castañeda Rojas dijo:
1
11 de noviembre de 2016
09:45:12
Aldo dijo:
2
11 de noviembre de 2016
13:35:58
Rolando A. dijo:
3
12 de noviembre de 2016
09:27:34
Rafael dijo:
4
16 de noviembre de 2016
12:03:02
Adriana Respondió:
2 de diciembre de 2016
15:15:38
Laura Montalbán dijo:
5
27 de noviembre de 2016
15:18:11
yaileivis dijo:
6
29 de noviembre de 2016
21:25:55
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