Un nuevo curso escolar acaba de abrir sus puertas y en todos los sentidos, la dinámica de nuestra sociedad se transforma. Luego de dos meses de receso docente, cada día millones de educandos en todo el país se trasladan hacia sus escuelas. Sin embargo, no es precisamente la educación el motivo de estas palabras.
Lo cierto es que, desde el pasado 5 de septiembre, he observado con preocupación que muchos conductores de vehículos pasan por alto el hecho de que niños, adolescentes y jóvenes, inundan las vías en diferentes horarios. Aunque la educación vial es uno de los aspectos que se evalúa con ellos de diferentes formas, la imprudencia propia de esas edades los convierte en vulnerables a la hora de transitar por las calles.
La mayoría de nuestras ciudades, e incluso las áreas rurales, cuentan con suficientes señalizaciones como para que cualquier chofer sepa de antemano que se acerca a una zona escolar y, por lo tanto, tome las precauciones necesarias. No obstante, la negligencia nubla el sentido de la responsabilidad de muchos que parecen tener el pie pegado al acelerador, e ignoran estas indicaciones, poniendo en riesgo la vida de inocentes.
Es importante señalar que la problemática no se limita solo a las cercanías de centros escolares, sino también a las regulaciones más simples que dicta el Código de Seguridad Vial vigente. Bastan unos minutos en las cercanías de un paso peatonal o cebra, no semaforizado, para observar como muchos confiados obvian el pare reglamentario, o como algunos padres con sus hijos se ven obligados a regresar a la acera, porque su derecho es irrespetado.
Si bien es cierto que desde edades tempranas se inculca el cuidado a tener en la vía, la precaución recae esencialmente en los adultos. No puede darse por sentado el hecho de que un adolescente en bicicleta realizará la maniobra correcta en el momento justo; es necesario que los conductores de vehículos estén atentos a la vía, pues en sus manos puede estar la prevención de un accidente.
Lógicamente, no se puede negar el papel que desempeñan en este sentido la escuela y la familia, pues concientizar a los más jóvenes no es una tarea de un día. Las indisciplinas sociales, la violación de las leyes del tránsito y las prácticas arriesgadas en la vía, son aspectos en los que aún se debe trabajar profundamente con nuestra juventud. Sin embargo, quienes tienen mayor experiencia pueden convertirse en ejemplos a imitar, y no siempre son positivos.
Dice un spot televisivo que los accidentes ni son tan inevitables, ni son tan accidentales, es por ello que la conciencia humana es la principal herramienta para evitarlos. Cualquier siniestro deja consecuencias dolorosas, pero cuando la vida de un menor se cuenta entre ellas, no hay nadie que no se conmueva.
Por eso creo que la reflexión sobre este particular debe ser un asunto de todos los días. A cada uno de nosotros, sin importar si vamos detrás de un timón o no, le corresponde el deber sagrado de proteger la integridad de quienes aún no tienen la madurez suficiente para hacerlo por sí mismos. Esa es la razón por la cual es preferible que cualquier adulto pierda un minuto en la vida, antes de que se pierda en un minuto la vida de alguien que apenas comienza su existencia.
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Nestor dijo:
1
16 de septiembre de 2016
17:10:51
Ley dijo:
2
19 de septiembre de 2016
16:04:30
Bertalina Rodríguez dijo:
3
20 de septiembre de 2016
09:22:19
alejandro dijo:
4
20 de septiembre de 2016
13:17:47
Nayi Respondió:
7 de octubre de 2016
14:10:41
Omar Rojas dijo:
5
21 de septiembre de 2016
09:53:57
Julio dijo:
6
21 de septiembre de 2016
13:42:02
luis orlando dijo:
7
26 de septiembre de 2016
15:18:52
Raquel Santé dijo:
8
29 de septiembre de 2016
15:53:04
JUan dijo:
9
5 de octubre de 2016
15:49:47
Armando Monnar dijo:
10
8 de octubre de 2016
09:22:26
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