Tal vez la prensa también tenga un poco de culpa, dada su tendencia a hablar mucho más de la campaña tabacalera, de la dedicación de los vegueros y del prestigio de nuestros Habanos, que de la incidencia del cáncer de pulmón.
Pero sería injusto decir que si el hábito de fumar se encuentra tan extendido entre los cubanos, es porque nos ha faltado información.
Las cajetillas de cigarros advierten del peligro, los spots de la televisión y la radio lo vienen repitiendo desde que tengo uso de razón, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) añade cifras contundentes: el consumo de tabaco provoca a nivel mundial aproximadamente el 22 % de las muertes por cáncer y el 71 % de las atribuidas al cáncer de pulmón.
Aun así, la incidencia del tabaquismo no solo es alta, sino que ha llegado a invadir de manera preocupante los espacios públicos.
Ni siquiera las instituciones de salud escapan del problema.
Lo he visto en policlínicos y hospitales, y acabo de comprobarlo en el bloque materno del hospital Abel Santamaría de Pinar del Río, el lugar donde dan a luz la inmensa mayoría de las embarazadas de la provincia.
La presencia de personas fumando es recurrente en los pasillos y áreas de espera, e incluso en los balcones de las salas, a escasos metros y con el aire a favor de las cunitas donde permanecen los bebés de pocas horas de nacidos, y las madres convalecientes del parto natural o la cesárea.
Cierto que son los propios acompañantes quienes lo hacen o los familiares que acuden de visita, y hasta alguna que otra progenitora indolente, pero ello no justifica en modo alguno que todos tengan que respirar el mismo aire contaminado. Para eso existen las normas y las leyes, y las personas designadas para hacerlas cumplir.
En busca del por qué se permite fumar en un sitio como este, le pregunto a una de las enfermeras de turno de la sala M-A.
“No se puede, pero la gente lo hace, y si uno les llama la atención, entonces dicen que la seño es grosera”, me responde y continúa haciendo apuntes en su buró, sin inmutarse.
Para quienes hemos visto de cerca los efectos del cáncer, y de otros males asociados al tabaquismo como las cardiopatías y el asma, la respuesta no puede ser más irresponsable.
Recuerdo por ejemplo, el drama familiar en torno a mi tío Carlos —que decidió dejar de fumar cuando el mal ya estaba hecho—, acoplado a un balón de oxígeno durante semanas, hasta que sus pulmones acabaron de colapsar.
Y también me acuerdo de Ahmed, colega de nuestro diario, a quien el cigarro le tupió las arterias y se lo llevó, cuando se hallaba en la cumbre de su carrera.
A lo largo de más de una década en el periodismo, incluso me ha tocado decirle adiós a algunos entrevistados con quienes llegué a entablar amistad.
El más entrañable de todos fue Alejandro Robaina. El veguero más famoso de Cuba, que recibió en su vega de San Luis a todo tipo de celebridades, desde un príncipe árabe hasta un Nobel de literatura, y que le dio nombre a una prestigiosa marca de tabaco, murió debido al cáncer de pulmón.
Cierto que de paradojas de este tipo está llena la historia. Mohamed Ali, uno de los boxeadores más grandes de todos los tiempos, perdió el dominio de sus puños a causa del mal de Parkinson. El brasileño Ayrton Senna, el gran campeón de Fórmula 1, falleció en un accidente. Y el genial compositor Ludwig van Beethoven, una figura imprescindible en el ámbito de la música, acabó sus días sumido en el silencio, tras quedar completamente sordo.
La vida, a veces, termina siendo irónica y despiadada.
En el caso del cáncer, sin embargo, existe al menos la posibilidad de reducir los riesgos.
La OMS explica que el tabaquismo constituye el factor que mayor número de casos de esa enfermedad provoca a nivel mundial, y agrega que el peligro no es exclusivo para quienes consumen directamente.
“Se ha demostrado que el humo ajeno también causa cáncer de pulmón en personas no fumadoras”, alerta desde su página web.
Aun así, hay quienes deciden asumir las consecuencias. Es el caso de Noemí, la madre de una amiga, quien a sus 76 años se resiste a dejar el cigarro a pesar de la cardiopatía que le han diagnosticado los médicos, y las frecuentes neumonías que la obligan a cada rato a depender de un balón de oxígeno para respirar.
Es su decisión.
En cambio, permitir que bebés acabados de nacer, con toda su fragilidad y su inocencia, sean expuestos al humo del tabaco dentro de una institución de salud, resulta irresponsable y cruel, y desluce el trabajo encomiable de todo un sistema que ha logrado indicadores de mortalidad infantil y materna extremadamente bajos, diseñado para que los niños vengan al mundo llenos de vida.


COMENTAR
gladys regina dijo:
1
1 de julio de 2016
06:39:20
Agustín dijo:
2
1 de julio de 2016
07:17:46
Eddy dijo:
3
1 de julio de 2016
08:22:26
FASV dijo:
4
1 de julio de 2016
09:17:12
JP dijo:
5
1 de julio de 2016
09:20:45
Triple A dijo:
6
1 de julio de 2016
09:44:24
Lily dijo:
7
1 de julio de 2016
14:37:14
francisco dijo:
8
1 de julio de 2016
16:01:23
jp Respondió:
6 de julio de 2016
13:11:32
jorge monsalve. dijo:
9
3 de julio de 2016
12:45:07
mamucha Respondió:
4 de julio de 2016
12:58:38
York-Barón Respondió:
6 de julio de 2016
07:14:12
mamucha dijo:
10
4 de julio de 2016
12:32:04
York-Barón Respondió:
6 de julio de 2016
07:21:02
man dijo:
11
6 de julio de 2016
16:01:50
Gilberto Francisco Rodriguez dijo:
12
6 de julio de 2016
17:15:51
roy dijo:
13
8 de julio de 2016
06:17:17
Responder comentario